Capítulo 1.- Altojardín

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Orianna caminaba por los pasillos del castillo, su madre la esperaba en los jardines colgantes para tomar el té, tal y como lo hacían cada mañana desde la muerte de su padre.

Lady Olenna Tyrell era mejor conocida como la reina de las espinas y el verdadero cerebro del castillo, ella mandaba y decidía, pero nadie nunca lo admitiría, todos fingían que Mace, su hermano, era el motivo del florecimiento del dominio.

Se sentó y su madre le sirvió una taza de té, Orianna la observó en silencio, Olenna ya era una anciana de cabellos plateados, con el rostro deformado por las arrugas y una supuesta pérdida de audición, pero los años solo le habían afectado físicamente, pues aún conservaba su agudeza mental, quizá solo comparable con la de Tywin Lannister.

—Es un espléndido día, no te parece mi amor.

—Sin duda alguna madre.

—Justo del tipo que tu padre amaba, ¿Lo recuerdas? Solía decir que los Tyrell no podíamos quedarnos encerrados en el castillo, que eso estaba reservado para los Stark, decía que los dioses nos habían bendecido con las tierras más hermosas de los siete reinos y sería un desperdicio no aprovecharlas.

—Padre amaba con locura Altojardín.

—Amaba más a estas tierras de lo que me amaba a mí, las amaba más de lo que amó a tus hermanos, pero solo las quería la mitad de lo que te amaba a ti.

—Lo extraño tanto, durante el invierno es fácil no pensar en él, pero en cuanto regresa la primavera su recuerdo me invade.

—Para ya de lloriquear mi amor, que si tu padre murió fue por andar viéndole el culo a alguna campesina.

—No digáis eso madre, sabes tan bien como yo que cayó de aquel risco por observar a las aves.

—Estuve ahí cuando Mace y Lord Dayne dijeron eso, pero me niego a creerlo, me niego a creer que estuve casada con alguien tan inepto.

—Madre...

—Sé que amabas a tu padre y el amor cubre multitud de faltas,  pero eso no le quita lo estúpido, mira que ir y caerse de un barranco por ver a las aves, —su madre sonrió con burla —entiendo porque el resto de las casas no nos ven como una amenaza, rosas cayendo de barrancos, no es nada comparado con las heroicas muertes de los dragones, las serpientes y los lobos —exhaló —pero ya no hablemos de él, pues hoy es un día de júbilo, ha llegado una carta desde desembarco del rey pidiendo la mano de mi hija.

—¿Y qué mano es la que solicitan madre, la de Janna o la de Mina?

—Ninguna de las dos, tus hermanas son buenas mujeres, pero son demasiado estúpidas, si las envió a desembarco del rey se las comerán vivas, para Janna ya tengo acordado un matrimonio con un chico Fossoway y Mina se casará con tu primo Paxter Redwyne, y se convertirá en la señora del rejo, esos matrimonios son suficiente para ellas, pero no para ti, mi amor, tú estás destinada a algo más grande.

—No entiendo de que hablas madre.

—La carta que llegó trae el sello del rey Aerys, su hijo, el príncipe Rhaegar ya está en edad para contraer nupcias, ¿sabías que hace años tu padre y yo fuimos comprometidos con los dragones? yo con un caballero con cabeza de hurón que prefería la compañía masculina por las noches, y tu padre con la reina Shaera, que al final lo terminó abandonando para casarse con el rey Jaehaerys II, mujer inteligente, yo también hubiera dejado a tu padre por el rey si hubiera tenido la oportunidad, —su madre dio un sorbo al té antes de continuar —nuestros compromisos no se mantuvieron, pero ahora todo eso está en el pasado, por fin el dragón y la rosa se unirán, te casarás con el príncipe Rhaegar, te convertirás en la princesa de poniente mi amor y algún día, cuando el rey loco muera tú reinarás.

Orianna sentía que su corazón le quería atravesar el pecho, durante toda su vida no había hecho más que escuchar las historias que los bardos cantaban sobre el príncipe dragón, había escuchado de su enorme belleza por supuesto, pero también de su inteligencia y amabilidad, él era todo lo que un caballero debía de aspirar a ser, no había doncella en todo el reino que no soñara con él, pero ahora el príncipe estaba comprometido con ella, él era suyo y nada más importaba.

Rosa de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora