Capítulo 27.- Torreón de Maegor

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Rhaegar Targaryen:

Rhaegar caminaba por el torreón de Maegor, Ser Oswell Whent hacía guardia afuera de las habitaciones de su madre, el príncipe entró sin esperar autorización, la reina descansaba cerca de las ventanas, adoraba observar los jardines al igual que Orianna, alrededor de su madre estaba la docena de doncellas que el rey le había impuesto, él hizo un ademan y ellas los dejaron a solas.

—Hola madre.

—Hola mi niño.

Su madre lo saludó con un afectuoso abrazo, estaba tan delgada y demacrada, tan delicada de salud por el ultimo aborto que había sufrido, el maestre Pycelle había aconsejado dejar a la reina descansar bajo los rayos del sol para que recuperara energías, pero la reina Rhaella llevaba cuatro años encerrada en el torreón con un guardia siempre a sus puertas y una docena de damas de compañía que dormían a su lado, todo con tal de que nadie se le acercara.

—Lamento mucho lo de Alysanne mi niño, era una bebé encantadora.

—Si, lo era, —Rhaegar lo pensó por un momento y después agregó —Madre Orianna piensa que Aerys es el responsable, al igual que de la muerte de Aegon y Jaehaerys.

—No me sorprendería si fuese verdad, Aerys hace mucho tiempo que dejo de valorar la vida de un bebé, pero tranquilo mi niño, un día no muy lejano su tiempo acabará y comenzará el tuyo. 

Rhaegar asintió.

—Madre debo confesarte algo, —la reina Rhaella se sentó en el comedor y le indicó a su hijo que hiciera lo mismo, acto seguido se sirvió una copa de vino y un pastel de limón.

Rhaegar juntó coraje y confesó lo que hacia tanto había querido decir.

—Orianna y yo partiremos a Altojardín, llamaremos a nuestros aliados y me proclamarán rey, después tendré que enfrentarme a mi padre y quitarle el trono. 

Su madre acarició su rostro. 

—Mi pequeño niño, ¿en qué momento creciste tanto? ya hablas como todo un rey. 

Él asintió, dudoso sobre si callar o continuar hablando con su madre, había tanto que quería contarle, tantos consejos que necesitaba escuchar, pero no quería molestarla con sus problemas. 

—Pero eso no es todo lo que te inquieta, dime mi niño, ¿qué sucede?

—¿Alguna vez llegaste a amar a mi padre?

—No, nunca lo hice, nuestro matrimonio fue concertado a pesar de mis objeciones, yo amaba a otro hombre, pero eso no importo, era una princesa Targaryen y como tal debía tener un matrimonio digno, pero ¿por qué me preguntas esto mi niño?

—Yo no amo a Orianna, madre.

—No te creo mi niño, —dijo ella sin darle importancia a las palabras de su hijo —Lo que pienso es que has estado demasiado tiempo soñando con la doncella del norte, incluso recuerdo cuando regresaste del torneo en Lannisport, nunca te había visto tan contento, no dejabas de hablar de la encantadora loba que habías conocido y me suplicaste que abogara con tu padre para que arreglara vuestro matrimonio, no dejabas de soñar con una vida sencilla a su lado, decías que con ella como tu reina el peso de la corona sería menor, pero creo que te equivocaste, pasas tanto tiempo pensando en ella que no te has dado cuenta de la mujer que tienes a tu lado, la que te sigue apoyando a pesar de todo lo que le has hecho, a pesar de decirle a todo el reino que amas a otra, a pesar de que la dejaste sola durante todos sus embarazos y partos, a pesar de que estuviste a punto de abandonarla por la doncella del norte, a pesar de todo ella sigue a tu lado, viendo lo mejor en ti y ayudándote a convertirte en el rey que estas destinado a ser, entiendo porque amas a Lyanna y estoy segura que en otra vida hubieran sido muy felices, pero ese no es tu destino mi niño, tu destino es convertirte en un gran rey, y un rey no puede tener a una doncella enamorada a su lado, un rey necesita a una reina que sea capaz de tomar las decisiones que su esposo no quiere tomar. 

Su madre le acarició el cabello, haciéndole a un lado un platinado mechón. 

—Tu y yo somos muy parecidos mi niño, ambos encontramos un amor imposible y sufrimos enormemente cuando lo perdimos, pero tú has corrido con más suerte mi niño, tienes a tu lado una que en verdad te ama y se preocupa por ti, no lo arruines por mirar al pasado e imaginar lo que pudo haber sido. 

Asintió, su madre tenía razón, una vida junto a Lyanna hubiera sido maravillosa, pero el destino no lo había permitido, los dioses habían puesto a su lado a Orianna, una rosa que parecía marchitarse por los tratos que él le dedicaba. 

Suspiró, ya pensaría en ello después. 

—¿Hace cuanto que no sales madre?

—Hace un mes el rey me permitió pasear por los jardines del castillo, hace un par de semanas me permitió almorzar con ustedes y hace unos días me dejo acompañarlos a la incineración de la pequeña Alysanne.

—¿Y antes de que Orianna y yo regresáramos a desembarco del rey?

—Desde antes de vuestra partida a Harrenhal.

Rhaegar abrazó a su madre y en su oído susurro:

—Pronto terminara tu sufrimiento.

La reina dio un sorbo a su copa de vino del rejo.

—Sabes mi niño, cuando llegó el momento de escogerte una esposa, sabes que intercedí a tu nombre y le suplique al rey que te permitiera casarte con Lyanna, pero él ya se había decidido por Orianna, nadie en el consejo comprendía su decisión y todos lo tomamos como otra más de sus locuras, pero cuanto más pasa el tiempo más me doy cuenta que quizá no fue una locura, sino su última decisión cuerdo.

Rhaegar se despidió de su madre y por un momento pensó en ir a ver a Viserys, pero su padre jamás le permitiría acercarse, le gustaría poder pasar más tiempo a su lado pues hasta que Orianna y él tuvieran un nuevo bebé, ese niño era el heredero de los siete reinos, aún era pequeño así que esperaba que su esposa aún pudiera encaminarlo por el buen camino, ella tenía un don especial con los niños, ellos la amaban, bueno en realidad todos la amaban, la princesa se había ganado el cariño y respeto de todos aquellos que la habían conocido, conquistaba a todos con tan sólo unas palabras, en más de una ocasión él mismo se había cuestionado sus sentimientos por ella, pero por más que lo intentaba no podía sentir por Orianna lo mismo que sentía por Lyanna, eran tan diferentes que era una locura compararlas, con Lyanna se sentía vivo, enérgico y vigoroso, sentía todo su ser incendiarse cada vez que la veía, y con Orianna todo era tan diferente, su esposa era como una fogata en una tarde fría, una que a su alrededor reunía multitudes en búsqueda de compasión, con ella se sentía tranquilo y en paz, y al estar a su lado tenía el presentimiento de que todo estaría bien. Pero ¿Realmente la amaba?

Rhaegar sacudió la cabeza y fue en búsqueda de su arpa, necesitaba aclarar sus sentimientos.

Rosa de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora