Capítulo 25.- La araña

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Orianna caminaba por los jardines de la fortaleza roja del brazo de Alessa, la princesa salió de su encierro en la bóveda de las doncellas, ya le había llorado demasiado a su hija, además había situaciones que requerían la atención de los príncipes, y como Rhaegar estaba ocupado lamentando su frustrada huida con la loba, ella tenía que hacerse cargo.

Noticias habían llegado a la fortaleza roja, los príncipes habían perdido la alianza con el sur, pues el príncipe de Dorne rechazó el compromiso de su hermana Elia con lord Arryn del nido de águilas, argumentando que no casaría a su única hermana con un viejo cuya muerte ya estaba cercana, Elia viajaría a desembarco del rey para desposarse con Ronard Keath, el señor del septo de piedra y consejero de la moneda del rey Aerys.

Se preguntaba como los Martell podrían ser tan estúpidos como para enviar a Elia a las garras del rey, probablemente Oberyn estaría furioso con su hermano, por haber rechazado la propuesta de Orianna, ya que ella le ofrecía la seguridad del valle de Arryn y un matrimonio más que digno con un hombre mucho mayor, que además tenía fama de ser demasiado confiado. 

Pero eso estaba en el pasado, ella y su hermana tenían que reorganizar las alianzas que tenían y hallar una manera de sobrellevar la situación.

Discutían sobre la necesidad de tener bastión de tormentas de su lado, pues los Baratheon y los Tyrell unidos serían los únicos capaces de retener al ejército del sur e impedir el avance de los hombres de las tierras de la corona, pero ambas callaron al ver que el consejero de los rumores caminaba en su dirección.

—Veo que las cartas sirvieron majestad —dijo él.

—Así es Lord Varys, no sé con qué motivo me las dio, pero lo agradezco.

—¡Oh! majestad no tenía mayor intención que tener un detalle con usted, después de todo los dioses ya han sido muy crueles, por cierto, lamento mucho vuestra pérdida majestad, sin duda debe ser devastador perder a un hijo y mucho más si es la única heredera del príncipe Rhaegar.

—Créame Lord Varys es terrible.

El perfume que utilizaba el eunuco la hacía sentir nauseabunda, no odiaba a Varys como muchos de los miembros de la corte, pero tampoco era tan estúpida como para confiar en él.

—Además con una muerte tan rápida, la princesa era tan joven y estaba tan sana antes de llegar a desembarco del rey que es casi incomprensible.

—Así de cruel es la muerte.

—Lo sé princesa, pero pareciera que la muerte de vuestra hija fue muy conveniente.

—¿Disculpe?

—Para usted y su esposo sin duda es una tragedia, pero pareciera que para el rey la muerte de vuestra hija llega justo en el momento exacto, justo cuando piensa desheredar al príncipe Rhaegar, él se queda sin heredero.

—Sé que es lo que esta insinuando Varys, yo misma también lo pensé, pero mi maestre personal me informó que no hay venenos conocidos que produzcan esos efectos.

El eunuco se revolvió en su túnica de seda, casi parecía nervioso por lo que iba a decir.

—Su maestre tiene razón, la tan repentina fiebre de vuestra hija solo la he visto una vez en mi vida, cuando era esclavo en Myr, lo llaman fuego líquido, es difícil de conseguir y es costoso, pero es el mejor de todos, su efecto hace que sea casi imposible culpar a alguien de envenenamiento.

Las palabras de la araña fueron como una cubeta de agua helada para la princesa, Orianna tenía razón, su hija no había muerto por enfermedad, el rey la había envenenado, la princesa tensó su mandíbula en un último intento por controlarse, Aerys había asesinado a su hija, y ahora ella se encargaría de que el rey loco tuviera el mismo destino.

—¿Por qué me cuenta esto Varys? Dígame ¿Qué gana usted con todo esto?

—Sin importar cuanto traté de evitarlo, tenemos una guerra a las puertas del castillo, pronto todos tendremos que escoger un bando, y yo estoy eligiendo el mío.

—Si no me equivoco lord Varys —mencionó Alessa —usted fue el que avisó al rey sobre el torneo de Harrenhal, así que si no fuera por usted quizá ya tendríamos un nuevo monarca. 

—Tiene razón, avisé al rey de vuestro intento de concilio, pero eso fue hace meses, cuando la guerra parecía lejana, ahora todo es diferente. 

La araña se fue y las dejo solas.

—¿Qué opinas de Varys? —le preguntó Orianna a su hermana.

Alessa se había convertido en su consejera de los rumores personal, al igual que la araña, su hermana había logrado establecer una red de información bastante extensa, ella y Varys eran tan parecidos y a la vez tan diferentes, ninguno de los dos tenía honor, eran un eunuco y una bastarda, si querían gloria tenían que conseguirla ellos mismos, y aun así ninguno de los dos parecía interesado en ella.

—Es un eunuco de cuidado, nada se mueve en esta ciudad sin que él lo sepa, y parece tener cierto interés en ti.

—¿De qué hablas?

—De acuerdo a lo que me enteré, él fue el principal interesado en que el príncipe se casara contigo, defendió a capa y espada la necesidad de que la corona estuviera en buenas relaciones con el dominio, pero cuando el rey pensó en Janna, por creer que sería más sencillo controlarla, Varys dijo que tenías que ser tú.

Desde el día de su boda se preguntó el por qué ella había sido la escogida para desposar al príncipe, y ahora por fin lo sabía, debía su corona a la araña, y no se sentía cómoda con ello, no sabía por qué el eunuco quería que Orianna reinará, pero lo descubriría.

—¿Hasta dónde lo puedo considerar un aliado?

—Te será leal hasta donde le convenga, pero tan pronto como intuya que sus intereses se ven en peligro te abandonará a tu suerte o incluso conspirará en tu contra.

—¿Y cuáles son sus intereses?

—Nadie lo sabe Orianna, pero deberías andarte con cuidado con el eunuco, hay algo en él que no me termina de convencer.

Orianna lo sabía, no podía confiar en nadie, pero ya tenía su plan, sabía que era lo tenía que hacer para vengar a su hija.

Rosa de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora