Capítulo 23.- Huir

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—Oriannna ¿Qué sucede?

No tenía tiempo de responder las preguntas de Arthur tenía que alcanzar a Rhaegar si quería evitar el desastre que se avecinaba.

—¡Un Caballo! —gritó y el mozo le entregó las riendas de un semental negro.

Ella montó y salió a galope, no deberían de estar lejos, Arthur la alcanzó en el camino real.

—¿Dónde está Rhaegar?

—Va camino a Refugio Estival.

—¡Basta de mentiras Arthur! Ya sé que va con Lyanna —la espada del alba se quedó callado —¡Arthur si no detengo a Rhaegar una guerra comenzará!

—Se encontrará con Lyanna en Aguasdulces —reconoció.

Orianna espoleó a su caballo y aceleró el ritmo, Arthur hizo lo mismo.

Continuaron por el camino real a galope durante varias horas, los campesinos y mercaderes que transitaban les abrían paso y no ocultaban su sorpresa al verla, la princesa rezó a los dioses por encontrar pronto a su esposo pues su caballo no podría resistir mucho más a ese ritmo, máximo podría durar una hora más antes de tener que dejarlo descansar.

Ya comenzaba a perder las esperanzas de encontrarlo cuando a lo lejos vio el humo de una fogata, era el campamento que el príncipe y sus guardias habían levantado para pasar la noche.

Al verla llegar todos se levantaron, Barristan Selmy, Jon Connington, Myles Mooton y el resto de los hombres de Rhaegar la miraban con pena en el rostro, todos sabían lo que estaban haciendo, habían jurado serles leales a ambos, pero cuando el momento había llegado le dieron la espalda a ella, y eso nunca lo olvidaría, esos eran hombres de su esposo, no de ella, Orianna desmontó y Rhaegar se acercó a ella.

—¿Qué sucede Orianna? ¿Alysanne está bien?

—Todos retírense tengo que hablar a solas con mi esposo —la princesa ordenó.

Los guardias no cuestionaron las órdenes y se fueron a los bosques.

—¿Qué sucede Orianna? Me preocupas.

—¿Cómo pudiste? Sé que no me amas Rhaegar, lo he sabido desde el día en que nos casamos, sé que amas a otra, y no te culpo por eso, nunca lo hice, no dije nada porque sabía que no era tu culpa lo que tu corazón sentía, pero nunca te creí capaz de esto.

—¿De qué hablas?

—No me trates como una idiota pues no lo soy, planeabas huir con Lyanna Stark, —Orianna le mostró las cartas que le había entregado Varys y el rostro de su esposo palideció.

—¿De dónde sacaste eso?

—¿Acaso importa? ¿Sabes lo que eso hubiera causado? Los norteños no son como nosotros, lo hubieran tomado como un rapto y la peor de las ofensas, y de su lado tendrían el valle y los ríos, además de la furia de Roberth Baratheon, y la de mi propio hermano por humillarme de tal manera, llevas años diciendo que aborreces la guerra, pero estuviste apuntó de comenzar una por un capricho de amor, tu pequeño romance hubiera causado la muerte de miles de inocentes Rhaegar, no lo habías pensado ¿Verdad? Porque sólo estabas pensando en ti, no te importó nada más que tu felicidad, ni siquiera te importé yo, que para bien o para mal soy tu esposa, ¿Planeabas dejarme en desembarco del rey cuando comenzara la guerra? Pudiste haberme advertido, pudiste dejarme ir con mi familia al dominio o incluso mandarme a las ciudades libres, pero no lo hiciste, me dejaste en medio de un nido de víboras esperando a ver cuál me mataba primero, ¿Es por qué no soy capaz de darte un heredero? ¿Es por qué nuestra pequeña Alysanne enfermó? No, esto lo habías decidido mucho antes ¿Verdad? Pero dime, ¿Cómo te atreves a irte de esta manera mientras que tu hija está entre la vida y la muerte? Nos abandonaste a nuestra suerte en nombre de tu amor.

—No soy un rey Orianna —confesó Rhaegar —No tengo lo necesario para serlo, no soy como tú, pero tranquilízate, no planeaba darle tu corona a Lyanna, simplemente planeaba huir y desaparecer, olvidarme de estos malditos siete reinos y del maldito trono de hierro.

—¿Y quién dijo que yo quiero esa corona? ¿Quién dijo que quiero sentarme en el trono? Sé qué te casaste conmigo porque tus padres te obligaron, pero no sé qué te hace creer que en mi caso fue diferente, nací siendo una Tyrell y un día llego al castillo una carta solicitando mi mano, mi madre aceptó el compromiso, yo no tuve ni voz ni voto, un par de meses después viajé a la desembarco del rey para casarme contigo creyendo que quizá si la madre fuera benévola podríamos ser felices juntos, pero jamás te interese de esa manera, me dedicabas tiempo por mera cortesía, pero nunca te importe, no tenías interés en tu esposa que estaba delante de ti, por estar pensando en una loba en el norte, nunca me queje, nunca dije nada, nunca te culpé por no amarme, no te culpé por amar a Lyanna, jamás dije nada, ni siquiera cuando la coronaste a ella en Harrenhal, cuando le gritaste a los siete reinos que era a ella a la que amabas, no dije nada, me quede callada y me limité a recuperar nuestras alianzas, no te culpé, pero nunca te creí capaz de abandonarme de esta manera.

—Orianna yo...

—Sé que yo no te importo Rhaegar —ella lo interrumpió —Pero ¿Y Alysanne? ¿Tampoco te importa tu propia hija? ¿Planeabas abandonarla en las garras de tu padre? Sólo es una bebé Rhaegar. ¿Pensabas dejarla sola?

—No la estaba dejando sola, la dejaba contigo, no me necesitas Orianna, tu sola puedes derrocar a Aerys, podrías comandar un ejército si lo quisieras, podrías educar a Viserys para el trono y cuándo llegará el momento casarlo con Alysanne, no finjas que no lo pensaste Orianna, no me necesitas, así que déjame ir, déjame huir, te lo suplico, me iré lejos y nunca más volverás a oír de mí, sería como si hubiera muerto.

—Alysanne está muriendo, quizás incluso los dioses ya se la hayan llevado, quizás cuando vuelva a la fortaleza roja ya no respire, y tú lo sabias, sabías lo enferma que está nuestra hija, sabías que el propio maestre dijo que su muerte sólo es cuestión de tiempo, así que no finjas que pensaste en nosotras porque no es cierto. —Orianna podía ver las lágrimas recorrer el rostro de su esposo —La verdad es que me hubieras sentenciado a muerte, incluso hubieras permitido que poniente se desangrara con tal de estar al lado de la mujer que amas, por los siete Rhaegar, si en verdad lo hubieras hecho dime ¿Qué te hubiera diferenciado de tu padre? Matar a miles solo por un capricho, eres mejor que eso, eres el heredero del reino y no importa cuanto lo odies lo seguirás siendo, y yo soy tu esposa, sin importar cuánto me aborrezcas, estamos juntos en esto.

Rhaegar se dejó caer de rodillas y la abrazó recargando su cabeza en su vientre.

—No soy un rey Orianna, no lo soy...

Orianna no se dio cuenta de en qué momento paso, pero su rostro también estaba empapado en lágrimas, ella se hincó y acarició el cabello de su esposo.

Rosa de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora