Capítulo 15.- Una corona de rosas invernales

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La justa final por fin había comenzado, ese día se coronaría al campeón, era un día hermoso, soleado, pero no demasiado caluroso, Orianna estaba en la carpa principal, sentada al lado del rey loco y con Gerold Hightower haciendo guardia, no tenía compañía, le hubiera gustado tener a su madre al lado para escuchar sus comentarios burlándose de los caballeros que participarían en la justa, y a sus sobrinos jugando cerca de ella, proclamando que también ellos se convertirían en caballeros y la nombrarían a ella su reina del amor y la belleza, le encantaría poder estar en la carpa de Altojardín, pero su lugar como princesa era al lado del rey y no podía arriesgar a su familia o damas de compañía a las locuras de Aerys, prefería estar sola.

Miró a su alrededor, a diferencia de su carpa, en las demás había una fiesta, todos tomando y riendo, en especial le llamó la atención la carpa donde estaba Lyanna Stark, a su lado tenía a sus hermanos y padre, y a su prometido Roberth contando bromas para hacer reír a Jon Arryn, Orianna la envidió por un momento, esa era la vida que había soñado para sí misma, siendo la esposa de algún buen Lord y sin más preocupaciones en la cabeza, pero el destino tenía otros planes que la pusieron en el centro de un juego por el trono.

Se sacudió esas ideas de la cabeza, no permitiría que nada arruinara ese día, después de todo, Orianna se había levantado con el alba para encontrarse con su esposo aún durmiendo a su lado, eso la conmovió, la loba Stark estaba tan cerca y aun así había pasado la noche junto a ella, volteó para quedar de frente a su marido que continuaba dormido, pasó su mano por su rostro y pudo sentir el pequeño atisbo de barba que comenzaba a brotar, su esposo era hermoso, más que ningún otro hombre en los siete reinos, tenía el rostro duro y afilado, demandaba respeto, la princesa detuvo su mano en los labios de su esposo, era un hombre frío, pero sus labios eran capaces de producir la sonrisa más encantadora que ella hubiera visto, capaz de derretir el gran muro y robar el corazón de miles de doncellas.

La justa ya iba por la mitad cuando Orianna le volvió a poner atención, su esposo había vencido con inigualable destreza a cuanto caballero se le había puesto enfrente, el último había sido Brandon Stark que se quedó en el suelo por unos segundos, Lyanna Stark y Catelyn Tully se levantaron de sus asientos, pero Rhaegar desmontó ágilmente para acercarse a su contrincante, el heredero de Invernalia estaba bien y su esposo lo ayudó a levantarse.

Orianna siguió con la mirada a Brandon Stark hasta que se sentó en las gradas al lado de su prometida y su familia, y sin querer sus ojos se encontraron con los de la loba, que pareció congelarse en el momento, la princesa le sonrió y la loba le devolvió la sonrisa, era aún una niña, pero había logrado hacer lo que Orianna sólo podía soñar, conquistar a su príncipe.

El siguiente enfrentamiento fue el de ser Arthur Dayne contra otro miembro de la guardia real, ser Jonothor Darry, Arthur se acercó a la carpa donde estaba su hermana Ashara, y le pidió su favor, ella se levantó y ató un lazo en la punta de la lanza de su hermano, enfrente Orianna podría jurar que vio el semblante de Ned Stark iluminarse con una sonrisa.

La primera lanza se rompió en el hombro de ser Jon, pero no lo derribó, la segunda casi hace caer a Arthur, pero la tercera lo hizo vencedor.

El otro enfrentamiento fue entre su esposo y ser Barristan Selmy, Rhaegar se detuvo delante de ella para pedirle su favor, ella se lo concedió con una sonrisa, todos los miraban, todos los amaban, los vitoreaban tanto que casi la dejaban sorda, eran los reyes del mañana, o al menos ese era el nombre que los bardos les habían dado, representaban la esperanza de un futuro mejor, el enfrentamiento comenzó y fueron necesarias 5 lanzas para declarar a Rhaegar campeón.

El enfrentamiento final fue el mismo que en los dos últimos torneos, tanto en Lannisport como en Bastión de tormentas y ahora en Harrenhal, se enfrentaban Rhaegar y Arthur, ambos entraron a la arena, pero desde un inicio Orianna se dio cuenta que algo no andaba bien, al buscar a su esposo con la mirada se encontró con unos ojos violeta, pero eran los de Arthur, que le dedicó una sonrisa, su esposo no sólo no la buscaba sino que parecía evitarla, ni siquiera le pidió su favor, por el contrario su mirada se posaba en la doncella loba, el príncipe siempre era un hombre que pensaba en las consecuencias de sus actos, pero a Orianna le aterraba pensar en las locuras que su marido podría cometer dejándose cegar por el amor.

Rhaegar portaba su armadura negra, deslumbrante, con el escudo del dragón tricéfalo hecho de rubíes en el pecho, su capa de seda escarlata ondeaba al cabalgar y parecía que no había lanza capaz de tocarlo.

Por su parte Arthur vestía su armadura de la guardia real, era blanca, al igual que su capa, era el negro contra el blanco, el dragón contra el alba, el príncipe contra su guardia, enfrentándose.

En el primer enfrentamiento la lanza de Rhaegar chocó con el hombro de Arthur y lo hizo tambalearse, pero no lo consiguió derribar, en el segundo encuentro fue al revés, pero fueron necesarias 12 lanzas para que Arthur saliera volando de su caballo y aterrizara unos cuantos metros detrás, la princesa se levantó de su asiento casi mecánicamente, pero también lo hizo Ashara, Arthur se levantó con la gracia que lo caracterizaba y se quitó el casco, se inclinó hacia su príncipe para proclamarle vencedor.

El público gritó y gritó aclamando al vencedor y a la espada del alba, ambos sumamente queridos, en ese momento el príncipe tenía al reino comiendo de su mano, nadie se atrevería a oponerse en su reclamo por el trono.

En ese mismo momento Rhaegar podría haber desafiado a su padre y proclamarse rey, y nadie lo hubiera objetado, Orianna aplaudió a su marido y con la mirada buscó a los Lords que le sonrieron en respuesta, eran los reyes del mañana y su reinado estaba por comenzar. 

A Rhaegar le entregaron una corona de rosas invernales para proclamar a su reina del amor y la belleza, Orianna sonreía hasta donde sus labios le permitían, pero el príncipe dragón paso de largo de su esposa, provocando que todas las sonrisas murieran, nunca había visto tanta gente tan callada, el príncipe siguió de largo y depositó la corona de rosas invernales, azules como la escarcha, en el regazo de Lyanna Stark.

Rosa de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora