Capítulo 35.- Prisionera

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Si no fuese por las diarias visitas de los guardias llevándole comida, Orianna hubiera perdido la noción del tiempo hacia ya varias semanas, pues su celda si bien era cómoda seguía siendo tan oscura como las demás, tan sólo atenuada por las flamas de las velas, sin duda ese lugar era suficiente para volver a cualquiera loco.

Orianna suspiró, era una dama de alta cuna por nacimiento y una princesa por matrimonio, y si bien era una prisionera acusada de traición, en realidad nadie la trataba como tal, le habían llevado un pequeño catre, una frazada y varios almohadones de pieles, además de una dotación de velas suficiente para que nunca se quedara en penumbra, le llevaban agua y comida diariamente, le proporcionaron un nuevo vestido de lino, que de acuerdo a los rumores le había pertenecido originalmente a la esposa de uno de los guardias, parecía que todos querían verla lo más cómoda posible.

Orianna era una princesa, pero no estaba acostumbrada a simplemente sentarse y no hacer nada, no sabía cuanto tiempo más podría pasar así antes de volverse loca, observaba la llama de la vela y la forma en la que iba consumiendo todo a su paso, observaba los pequeños goteos de cera que se formaban a los costados de la vela, necesitaba pensar e idear un nuevo plan, hubiera dado lo que fuera por una taza de té que la ayudara a concentrarse, pero tenía que conformarse con la pequeña flama danzante.

Por lo menos tenía la tranquilidad de que al chico Lannister no le había sucedido nada, también estaba encerrado, unas cuantas celdas más adelante, un soldado se lo había confesado entre susurros al llevarle la comida, no estaba tan cómodo como ella, pero seguía con vida, sin duda porque Aerys lo necesitaba vivo para chantajear a Tywin, ella le había prometido al viejo león que sacaría de ahí con vida a Jaime, y no solo había fallado en ello, sino que lo había convertido en enemigo de la corona por accidente.

Orianna se levantó al escuchar la reja abrirse, había aprendido la hora en la que los guardias la alimentaban con la cantidad de cera derretida, y según sus cálculos aún faltaban horas, vivía con el temor de que Aerys cambiara de opinión y mandara a un capa blanca a asesinarla, pero sólo era lord Varys que entraba con un plato de comida y una botella de agua.

Ella suspiró.

—Hola majestad.

—Hola lord Varys, no quiero sonar descortés, pero ¿puedo preguntarle qué hace aquí?

—Tenía miedo de que los guardias no supieran como tratar a una princesa, así que decidí venir y cerciorarme con mis propios ojos —Varys observó la celda de la princesa y se sentó en su lecho —Veo que la tratan bien.

—Los guardias han sido más que generosos conmigo.

—Tómelo como un premio princesa, una recompensa por años de ayudar al pueblo.

—Regalar monedas por las calles no ayuda necesariamente al pueblo, simplemente hace los problemas un tanto más llevaderos —confesó ella.

—Por favor princesa, no me subestime, no por nada el rey me nombró consejero de los rumores, sé de la existencia de sus rosas y las órdenes que tienen, al igual que sé quien es la persona que pagó para la reparación del pozo de la colina de Visenya cuando el rey se negó a hacerlo, sé de los sobornos que le llegan semanalmente al capitán de la puerta del lodazal para hacerse de la vista gorda y dejar salir de la ciudad a aquellos que el rey manda ejecutar. No cabe duda de porque os llaman la princesa del pueblo —Lord Varys tomó uno de los panes que le había dado y se llevo un trozo a los labios antes de seguir hablando —Aunque para ser sincero me gusta mucho más vuestro otro apodo.

—¿Reina del mañana?

—No, —él sonrió —Rosa de fuego, ¿Sabe por qué os llaman así princesa? —ella negó con la cabeza, mintiéndole —Dicen que es tan hermosa como cualquier rosa, linda y delicada, digna de ser protegida, pero también creen que tiene fuego en el alma, no uno destructivo y mortal como el de los reyes Targaryen, sino uno tranquilo, acogedor y protector.

Rosa de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora