Capítulo 32.- Camino a Altojardín

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Rhaegar Targaryen:

Habían cabalgado toda la noche y durante todo el día siguiente hasta ya bien entrado el atardecer, siempre tratando de poner la mayor distancia entre ellos y su padre, tomaron el camino de las rosas que los llevaría a Altojardín y sólo se habían detenido en Ladera, donde de acuerdo a su explorador, los Footly se habían visto dudosos ante la idea de hospedar al príncipe, o por lo menos lo estaban hasta que les mencionaron que la princesa cabalgaba con ellos, sólo la mención del nombre Orianna fue suficiente para que los señores de Ladera les ofrecieran una pequeña galera mercante y cuatro caballos descansados para que continuarán su camino por el río Mander.

Rhaegar miró a su esposa, que descansaba cerca del timón, el capitán Noros de Pentos, había traído pieles y cojines para intentar que la princesa estuviera lo más cómoda posible, Orianna nunca lo admitiría, pero estaba cansada, después de todo no era lo mismo montar con pantalones de cuero que con un vestido de seda.

Su esposa era la única mujer abordo y parecía poner tanto a los remeros como al capitán nerviosos, todos querían agradar a la princesa y complacerla en todo lo que pudieran.

Orianna no poseía una belleza deslumbrante como Cersei o Ashara, ni tampoco esa belleza salvaje con la que Lyanna lo había enamorado, su rosa era bonita, pero eso era todo, su cabellera era castaña y sus ojos avellana, ella era sencilla, si, sencilla era la mejor palabra para describirla, recordaba como al mudarse a desembarco del rey y casarse con él, había rechazado las joyas Targaryen que le correspondían como princesa de Rocadragón, tan solo usaba una delicada tiara de oro con rosas entrelazadas que ella misma había mandado a hacer y el anillo que él le había regalado, y no siempre los usaba, solo cuando la situación lo a meritaba.

Su rosa no portaba una gran corona como el rey y la reina, y aún así cuando hablaba todos callaban para escucharla, cuando ordenaba algo nadie la cuestionaba, su esposa se había ganado a pulso no sólo el respeto que el pueblo y la corte sentían por ella sino que también su amor.

Rhaegar se preguntaba si así había sido la reina Alysanne, bondadosa, amable y gentil, pero a la vez con voz propia y decidida a no dejarse pisotear, no eran pocos los que comparaban a su esposa con la antigua Targaryen, y si fuese así, los dioses le habían dado a la mejor de las reinas para estar a su lado y él estuvo a punto de dejarla por otra, pero eso cambiaría, quizá no amaba con locura a Orianna, pero la quería intensamente y la mera idea de verla lastimada lo hacía estremecer.

—¡Mi príncipe! —gritó Barristan Selmy —¡Capas doradas nos persiguen!

—Vienen con hombres de las casas Farring, Mallery, Gaunt y Blount —añadió el chico Lannister.

—Todas son de las tierras de la corona —reflexionó Orianna.

—¡Mi príncipe! —gritó el capitán —Otra galera con una bandera de seis estrellas de plata nos persigue.

El capitán señaló al barco que cada vez se acercaba más a ellos.

—Son los Mallery —dijo Orianna.

—¡Sujétense! —ordenó Noros y todos obedecieron, Rhaegar quiso correr hacia su esposa para ayudarla, pero antes de darse cuenta Arthur ya estaba sujetándola así que no le quedo más opción que quedarse cerca de Barristan.

Noros conducía la nave tratando de evitar los surcos de arena y poner distancia con la otra embarcación, pero el otro barco parecía tener un mejor capitán pues en pocos momentos la galera de los príncipes chocó y todos cayeron al piso, la galera de los hombres de su padre no había tenido que chocarles, pues con sólo intentar huir, la suya había encallado. Miró la galera enemiga, aún estaba lejos, tenían unos cuantos minutos hasta que los alcanzase, esperaba que fueran los suficientes para lograr huir.

Rosa de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora