KRYPTONITE |[SG Libro 2]|

Prefacio

Williamsburg...

Uno de los barrios más antiguos de la ciudad y también, uno de los más peligrosos para vivir. Situado en el distrito de Brooklyn, hace que su vista por las noches luzca de lo mejor para cualquier persona que viva en aquella zona o que incluso pase de imprevisto.

La realidad es otra, con el paso del tiempo a pesar de haber sido un lugar turístico y de moda paso a ser el lugar más menos hablado de New York. Las enormes casas que dan más a la vista como si se trataran de edificios coloridos han comenzado a deteriorarse, los grafitis hechos por los vándalos e incluso el descuido de las paredes agrietadas han hecho de esta famosa calle la más temida en los últimos años.

No hay familias con hijos en esta zona y si las hay, los niños son encerrados en las habitaciones de cada construcción. La seguridad es la mayor prioridad de los padres.

Los edificios están en completa oscuridad, las calles son iluminadas con las lámparas en forma circular que cuelgan de los postes de concreto color blanco, los arboles marchitos de la zona son aterradores a la par de la oscuridad y la lluvia, la mejor acompañante de la ciudad poco a poco va parando...

El invierno ha llegado a su fin... Por fin, los días helados llegaron a terminar para traer días soleados y calurosos.

En un edificio cercano a la esquina, las luces de este se encuentran encendidas, la comodidad de ser un inquilino que no teme y puede gozar con tranquilidad de aquella calle es lo mejor, ser un inquilino que puede disfrutar de los placeres de la ciudad.

Los pasos castos sobre el azulejo color madera no se hacen esperar, de un lado a otro, paseándose por la estancia con una incomparable comodidad, pero con un dolor tan despiadado y arrollador.

La desesperación surgía del rostro de aquella mujer de figura delgada, piel blanca, labios delgados, ojos pequeños y cabello largo castaño. Las pizcas de maquillaje que cubrían su rostro y ojos ya habían comenzado a desvanecerse debido al cruel llanto que la había condenado.

No podía hacer nada para que la notara, no podía hacerle ver que de verdad ella estaba enamorado de él...

Desilusión y un gran dolor fueron postrados ante sus ojos, ese dolor que se mostraba con el llanto y con la desesperación... Jalaba su cabello con fuerzas, fruncía su ceño con dolor y amargura y sus pisadas eran cada vez más duras y rápidas.

─ ¡La mayor cobardía de un hombre es despertar el amor de una mujer sin tener la intención de amarla! ─desesperada, soltó más lágrimas de lo esperado.

Quería aferrarse solo a su idea, pero lo abrumador siempre seria el despecho de lo que le costaría trabajo ver por si misma.

─ ¡Yo te amo! ─la disonancia de su voz cada vez era más baja, pero su error, fue haber caído frente a los pies de ese hombre.

La humillación clave para ella ahora él la presenciaba con despecho y una sonrisa hiriente en sus labios. Ella, tomaba sus manos heladas como cualquier cubo de hielo sacado de la nevera.

Él, solo quería zafarse de su agarre, salir sin nada más que decir, tener a la espera de verla tomar sus cosas de manera inmediata al haber mal interpretado algo que para él, fueron minutos de placer, pero que para ella, era algo nuevo y poco agradable, era joven, diecisiete años, con un hombre que ya tenía la mayoría de edad para experimentar cualquier placer que cualquier mujer deseara ofrecerle.

No era la chica con la cual había experimentado de todo, cinco años atrás...

─ ¡Hare lo que me pidas! ¡Pero por favor no me dejes! ¡No me heches de aquí! ¡Despertaste en mí el amor!