59. La Última Carta.

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Seis meses después...

Luego de un largo proceso la agente Elizabeth estaba a solo minutos para regresar a los Estados Unidos. Pero antes de ir al aeropuerto Cristián pidió verla, así que fue a la prisión de la ciudad del norte.

Luego de un par de minutos en la zona de visitas por fin Cristián apareció. Elizabeth se asombró al ver que Cristián parecía con mucho más edad desde la última vez que lo vio.

-¿Qué pasa?- preguntó Elizabeth.

-Me enteré que hoy regresas a los Estados Unidos- dijo Cristián.

-Así es- afirmó Elizabeth. -¿Por qué querías verme?.

-Esto no es algo que quisiera pero quiero a nombre de Montserrat darte las gracias.

-¿Montserrat?, con que ese era su nombre- dijo Elizabeth.

-Así la conocieron algunos y otros la conocimos como Daniela- explicó Cristián. -En fin, gracias por ayudar en la captura de todos nosotros.

-¿Me estás agradeciendo por haberte encerrado aquí?- Elizabeth preguntó Desconcertada.

-No confundas las cosas- reprochó. -Solo te agradezco porque una vez Montserrat dijo que cuando todo terminara agradecería, así que ahora que ella no está yo cumplí su deseo.

-Gracias, pero quien debería agradecer algo soy yo, sin ella no hubiera podido atrapar al cártel de Alan.

-Quizá- murmuró Cristián. -Te diré algo; detesto a la autoridad, porque ellos nunca hicieron algo para ayudarme cuando lo requería.

-Lamento que sea de esa manera, pero gracias porque a pesar de ese odio, te diste la molestia de hablar conmigo.

-Bueno yo me tengo que ir, pero antes toma esto- dijo Cristián mientras le daba varias hojas con escritos.

-¿Qué es esto?- preguntó Elizabeth algo confundida.

-Ahora es tuyo, solo te pido que nunca hables de los nombres reales- pidió Cristián.

-No entiendo- explicó Elizabeth.

-Adiós, un gusto conocerte- dijo Cristián despidiéndose de la agente.

Más tarde en los Estados Unidos Elizabeth llegó a las oficinas de FBI para ocupar su nuevo puesto, mientras organizaba sus cosas en su nueva oficina recordó aquellas hojas que Cristián le entregó.
Se sentó frente a su escritorio, sirvió un poco de té y empezó a leer.

Se dio cuenta que lo que estaba escrito en aquellas hojas era la vida que Cristián y Montserrat habían tenido.

[...] Dos meses después de la muerte de Montserrat aun me parecer poder probar el dulzor de sus labios, la vida en este lugar es demasiado difícil y más cuando todos saben que fuiste sicario, ellos creen que resistes todo, inclusive una paliza diaria.

Los primeros días aquí viví demasiadas injusticias; fui golpeado varios días seguidos y despertado con baños de agua helada a las cuatro de la mañana. Esto es un maldito infierno, cada hora, cada minuto, cada segundo es una eternidad cuando estás bajo un techo de concreto y con gente la cual no le importa lastimarte con tal de divertirse[...].

Elizabeth mientras leía se daba cuenta de que aquellos escritos eran las vivencias que Cristián tenia día a día en aquella penitenciaría.

Continuó leyendo varios capítulos hasta que llegó a la parte final, la cual presentaba una título algo raro pero explicaba gran parte de las incógnitas.

La última carta.

Seis meses pasaron volando y aún no asimilo del todo que ella no está conmigo, cada noche sueño con tenerla entre mis brazos una vez más.
[...] Es curioso pero ese Te amo que me dijo antes de morir fue el único que dijo durante el tiempo que estuvimos juntos, ella creía que el amor era una ficción creada por los seres humanos y tal como yo le dije; todos necesitamos un poco de ficción en nuestras vida. Me alegra saber que fui yo quien le hizo cambiar su concepto del amor.

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