Fuego.

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—No queremos irnos, ¿cierto corazón?... Nos gusta París.  Nos gusta su paisaje, su comida y su gente.

Newt la observaba por el rabillo del ojo mientras ordenaba algunas cosas de la habitación de hotel, ahí, se arrepentía de haber pedido un cuarto tan grande, en fín.

Bauleo. –murmuró despacio el magizoólogo, apurando su tarea. 

Tina le dio una mirada rápida, fugaz, pero con una expresión de reproche. Un leve puchero adornaba sus labios. 

—Aedus, no hay posiblidad, volveremos a casa.  –agregó la Auror, devastada, dramática. 

El mago volteó a mirarla mientras blandio su varita para guardar unos libros que estaban encima del escritorio. 

—Querida, ya lo hablamos, te concedí quedarnos tres días más. –se acercó a ella y se sentó a su lado a los pies de la cama– Debo volver a trabajar, el Sr Lowell esta pidiendo avances y a decir verdad no tengo mucho. 

—Y si nos quedamos dos días más, solo dos días más.  –le suplicaba mientras le tomaba las manos.

Él negó suave con la cabeza, por alguna extraña razón se sentía culpable.

—No se puede, en esta época, próximas a las festividades de fin de año es más difícil reservar pasajes de barco.  –le arregló el cabello, gentil– Y lo sabes...

—Un día más... –replicó, caprichosa– Solo uno, amorcito... 

—No podemos, Tina.  –le observó serio. 

—Esta bien, pero... ¿Volveremos? 

—Cuando quieran.

Ella asintió, un poco satisfecha y lo abrazó.  Abandonaron París, la bruja nostalgica hasta lloro de camino a Inglaterra y él angustiado, no sabía cómo calmarla, probó todos los métodos posibles, parecía un payaso muggle.  El viaje fue agitado, Tina no se sentía bien de vez en cuando y acababa por devolver todo lo que lograba comer, se sentía cada vez peor y apostaba su varita a que Aedus ya no quería estar más ahí, quería salir y ver el mundo y ella alegre se lo concedería, pero faltaban un par de meses para su llegada. Newt preocupado no logró pegar el ojo en las dos noches de viaje, aprovechó de trabajar, reinventó su texto y volvió a dibujar con esmero y amor a las nuevas criaturas. La tarde del día de llegada ella solo quería dormir así que despreocupado la dejó, no quería que se pusiera mal, o sea, muy mal. Así que procuró en atenderla en lo que pudiera y estar con ella si le pedía, ya que aveces no lo quería cerca, no le molestaba, al contrario, la entendía... La amaba. 

—Ya no queda mucho para llegar, aviso el capitán, solo una media hora o tal vez menos.  –agregó el mago, mientras hojeaba un texto de magos famosos. 

—Que bien, ya quiero pisar tierra firme. –comentó la bruja, acostada en la cama enrollada como una criatura indefensa. 

Así pasaron los minutos necesarios y  se encontraban con los chicos que los habían ido a recibir, no hizo falta contar nada, Queenie se encargó de transmitir todo sin si quiera preguntar si querian contar tales cosas o no, por un momento el mago agradeció, más aún, que Tina estuviera embarazada si no lo hubiera estado quizá su Luna de miel hubiera flechado en el romanticismo y Queenie hubiera contado todo, rió ante ese pensamiento y para su cómica suerte no ocupó oclumancia, una bruja rubia lo miraba cómplice.

—Pensé que llegarían el miércoles. Esperé su aviso y nada... Ingratos. –agregó la bruja rubia, mientras tomaba el brazo de su hermana.

—Oh si, lo siento. Olvide avisar, Tina quiso quedarse más tiempo. –contestó el mago, pasándole una maleta a Jacob que se ofrecía a llevarla.

•Conociendo el amor• [NEWTINA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora