🍎Capitulo 11🍎

535 63 15
                                    

— ¿Estás seguro de lo que dices? —pregunto nuevamente.

—Claro, estoy sumamente seguro de mis palabras —dijo firme.

—Camus, sabes que si acepto esta petición no habrá vuelta atrás, y lo sabes —dijo serio.

—Lo sé, por esa razón te la estoy proponiendo a ti, Surt —dijo frio.

El pelinaranja no sabía que decir, ¿De verdad aceptaría esa propuesta?, No se sentía seguro de ello.

—Cam, mira, no es por qué yo no quiera aceptarla, sino que... —suspiro—, no podemos seguir con esta farsa, Camus, llegará el día en que la verdad salga a la luz y eso te va a pesar a ti, créemelo, te lo digo como mi tú mejor amigo de la infancia —insistió.

— ¿Crees que me importa que se entere Surt?, Me importa poco, que se entere al fin de cuentas como dices la verdad termina saliendo a la luz, ¿Y qué pretendes que haga después?, Lo único que podemos hacer ahora es que aceptes mi propuesta, eres mi mejor amigo. Además, no te costaría nada en aceptarla —hablo con la misma seriedad de unos minutos atrás.

—Lo pensaré —hablo dudoso de sí, dejando la habitación en la que estaban dejando solo a Camus.

El galo había tomado una botella de vino y la sirvió en una copa para beber dicho líquido. Sabía que el pelinaranja no tendría opción más que aceptar su propuesta, pero entre más rápido lo pensaba mejor. Ya todo estaba planeado, solo faltaba que Surt aceptará y su vida cambiaría.

—Solo no me busques... —susurro.

Sabía que el heleno pronto, muy pronto lo estaría buscando por cielo y tierra, no dejaría ninguna roca sin voltear solo por encontrarlo. Aún no entendía cuál era la obsesión que tenía Milo con él. Siguió metido en sus pensamientos que no se había dado cuenta que ya había terminado toda la botella de vino, saco otra. Estaría así por un buen tiempo, no quería saber de santuarios, dioses, caballeros con armadura, quería una vida normal, y apenas estaba haciendo el comienzo de su nueva vida, sin sus compañeros de armas y sin Milo.

Siguió así por un bien momento hasta que alguien abrió la puerta.

— ¿Hyoga que haces aquí? —pregunto serio.

—Vine a visitarlo maestro —hablo tranquilo.

— ¿Acaso no te enseñe a tocar? —lo observo, el rubio solo le sonrió pidiendo una disculpa—. Está bien, toma haciendo.

El rubio se sentó al frente del francés que solo hacía nada más que beber. Hyoga le parecía demasiado raro ver a su maestro en ese estado, le preocupaba mucho, su maestro no era esa clase de persona que bebía por qué sí.

—Maestro, ¿Está usted bien? —pregunto preocupado.

—Si, lo estoy Hyoga, estoy de lo mejor —dijo con simpleza.

—Maestro... debería volver al santuario.

—Hyoga sabes perfectamente que no puedo, mi misión es estar en Asgard durante 15 años.

—Esa no era su verdadera misión maestro, y usted y más que nadie lo sabe, ¿Por qué cambio las cosas simplemente?

—Hyoga, como mi alumno te tengo respeto como tú hacía mí, pero no deberías estar preguntando cosas que no te importa, te enseñe nunca involucrarte en asuntos ajenos.

—No creo que este asunto se pueda silenciar tan fácilmente.

—Claro que se puede, cuento con el silencio de todos en el santuario y más del tuyo.

—El señor Milo pregunto por usted después del día en que se marchó.

— ¿Y qué le dijiste?

—Silencié y solo le dije que no sabía nada de su paradero —respondió serio.

—Ese es mi alumno.

—Se dará cuenta, maestro no haga las cosas más difíciles, el señor Milo se le nota por encima lo mucho que lo ama, y después de todo eso aún lo sigue amando.

— ¿Como asegurar algo que fue hace mucho tiempo? 

Manzanas De HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora