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"Dieciséis para él, tres para ti

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"Dieciséis para él, tres para ti. De ambos uno. De oro serán sus coronas y de oro sus mortajas. El más amado te será arrebatado por el lobo. Y cuando las lágrimas te ahoguen, el valonqar te rodeará el cuello blanco con las manos y te arrebatará la vida."

La joven reina recordaba aquel horrible pasaje recitado por la bruja que había buscado durante ese torneo en Lannisport, donde se había empecinado con la idea de ser reina y casarse con Rhaegar Targaryen, era el plan de su padre y ella al conocer al príncipe Dragón, había quedado fascinada.

Alto, adornado con rubios cabellos platinados y ojos índigo tan propios de los Targaryen.

Ahora sólo podía pensar en la vida que llevaba adentro, su primogénito.
La hinchada barriga le permitía estar parada muy poco tiempo y que decir de las idas a orinar en vasijas, la vejiga nunca le parecía del todo vacía.

Sin duda sufría mucho siendo una madre primeriza, los pies hinchados, las ganas incontenibles de llorar, sus facetas de malhumor en las que apenas soportaba a su rey, el cual no pasaba noche sin mujer en cama y repleto en vino y Jaime, su mellizo cuando lo tenía a su lado y él pretendía besarla o tomarla se ponía llorar y él la consolaba acariciándole el enorme vientre y susurrándole palabras de amor al pequeño ser que crecía dentro de ella, y eso la hacía ponerse más sentimental y desear que él fuera el padre de aquel niño pues había hecho más por ella y la cría que su propio padre.

¡Estaba harta de llorar por todo! Debía ser fuerte traería a un rey al mundo y acabarían los dramas que no eran propios en ella.

Se secó las lágrimas y pretendió levantarse por un poco de agua fue cuando sintiendo las entrepiernas empapadas, se había puesto de parto.

Su rey estaba convenientemente de cacería, así que le gritó a su doncella quien trajo al Gran Maestre Pycelle y las cosas empezaron a fluir, fue acostada en su cama rodeada de doncellas siendo guiadas por una partera y supervisadas por el Maestre, el dolor en la entrepierna era punzante y recordó los ejercicios de respiración que había practicado.

Todo conocimiento previo era inútil, nada la tenía preparada para ello, creyó desfallecer más de una vez, pero Jaime había venido y a pesar de los esfuerzos de las doncellas de que se fuera, no dudo y tomó a su melliza de la mano susurrándole palabras de aliento y despertándola del posible declive del que no volvería al dormirse.

Cuando la partera, saco la criatura resultó un varón de cabello negro y piel pálida, la semilla de los Baratheon estaba en él, lo recibió exhausta, aunque esbozando la primera sonrisa en mucho tiempo, él niño estaba sano por lo que decía el Maestre y de buen tamaño, creyó que todo había pasado y no quería separarse de su bebé, pero luego el dolor en la entrepierna continuaba y tuvo que ceder a su hijo a una doncella.

Fue palpada por la partera quien sorprendida apresuró a las doncellas a que la asistiesen pues otra criatura luchaba por salir.
La joven reina pensó que todo había sido un sueño, que Jaime no la había mantenido despierta pues el nacimiento de su otro bebé había resultado liguero y sencillo.
El cabello rubio de este le deslumbró al igual que unos ojos verdes muy expresivos y mejillas coloradas, era como verse a ella misma y por lo tanto a su amado mellizo.
Aunque era más pequeño que el mayor y además a penas había llorado lo cual le preocupaba, lo recibió en brazos arropado en una manta.

—¡Es tan parecido a ti, Jaime! —exclamo en un susurró evitando que alguien escuchará esa conversación.

—En realidad creo que se parece más a ti, mira. —apartó la manta y dejó al descubierto las partes íntimas del bebé.

La joven reina se quedó sorprendida, su réplica de Jaime había pasado a ser una réplica de ella misma.
La bella bebé sonrió dejando al descubierto sus rosadas encías provocando la risa de los mellizos Lannister.

“Eres una leoncita disfrazada de cervatillo.” Pensó la reina y cuanta razón tenía.

мy sωєєτ ∂єєr || ƒαทƒicτiσท rσвв sταrк || GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora