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Robb recibió de la princesa una larga capa de color azul marino con el lobo huargo y el ciervo coronado bordados, entrelazados por copos de nieve y maleza.

Era su décimo cuarto día del nombre y en el castillo se había organizado un banquete, era la hora de la entrega de los regalos y cuando su prometida ataviada en un vestido de hilos dorados y color ocre se presentó con la capa entre sus manos, él tuvo que mostrarla a todos los invitados.
La gente aplaudió con fuerza no había persona en el castillo y en todo el Norte que en aquellos cuatro años no hubiese conocido ya a la princesa y menos no amarla.
Cuando estuvo por agradecerle, él le dio un beso en la mejilla, pero no provocó nada a excepción del vitoreo y gritos de los invitados que exigían un verdadero beso.

Él estaba dispuesto a hacerlo, había bebido dos copas más de las permitidas a escondidas de su padre y su prometida le parecía hermosa.
Con el cabello en cascada y unos pechos de buen tamaño para haber llegado a penas a su doceavo día del nombre.

La tomó de la nuca con lo que él pensaba sería más delicado y estampó sus labios contra los de ella, sabía a fresas, y el pequeño beso se prolongo tanto que pronto la chica lo empujó provocando que se cayera de bruces al suelo.
La joven salió corriendo con las miradas de todos encima de ella.
Y Robb desconcertado y después encolerizado abandonó el gran salón a tropezones y fue en busca de su prometida.

Ned y Catelyn había visto todo y está última quería ir a detener ese desastre, pero Ned no se lo había permitido, después de todo solo era un beso y podía ver qué su hijo lo deseaba.

Luego Catelyn vio la cara de la princesa, asustada e incomoda y se vio reflejada en todas las veces en las que había sido presentada por su padre a algún Lord que pretendía desposarla.

Ella no quería ese beso y cuando este se prolongó tanto que incluso llegó a ser incómodo para los espectadores porque la chica intentaba empujar a su prometido, supo que las cosas terminarían mal.

—Te lo dije Ned. —le regaño Catelyn.

Lady Catelyn quería ir detrás de ellos para detener cualquier cosa que su hijo perdido en la humillación de la ira por la caída enfrente de todos hubiese provocado, su hijo no estaba pensando con claridad y podía lastimar a la princesa, no desconfiaba de algún tipo de violencia física pero quizá alguna palabra hiriente si se le saldría y eso dañaría más la relación que su hijo tenía con ella y a nadie le convenía, los necesitaban fuertes y unidos.

Los norteños los apreciaban por separado y juntos se les hacía la pareja ganadora que los gobernaría perfectamente, hasta ahora.

Cuando Catelyn estaba a punto de ir tras ellos Ned la detuvo pretendía ir el mismo.

—No seas tan duro con Robb, es el día de su nombre. —pidió Catelyn a su marido.

Ned camino a paso rápido en busca de su hijo, en el pasillo presenció a el Gnomo con su sobrina detrás como si este fuera una gran amenaza para Robb.

—¡Deje que su sobrina se defienda por sí misma, Lord Tyrion! Dicen que es dura, fuerte y valiente, pero huye de mi como si yo fuera un monstruo. —grito Robb con la lengua arrastrándole y la voz ronca.

—¿Primera borrachera? ¡Mira te entiendo! Es el día de tu nombre putas y vinos para todos, lo usual, pero en ese estado será mejor que te alejes de mi sobrina. —señalo el enano con voz firme.

Ned suspiro al ver el estado en el que se hallaba su hijo, borracho. Esa era la razón por la que había querido besar a su prometida, ya que en sus cinco sentidos a penas se le acercaba por voluntad propia.

—¿Estás borracho, Robb? —cuestiono Lady Catelyn detrás de Ned, todos voltearon. La desilusión se le veía en el rostro a la mujer.

—No, claro que no madre, solo tome dos copas de vino. —dijo tartamudeando.

—Oh por favor, ¡Estas castigado! Te disculparás con la princesa Lyanna por ese incómodo asunto y te despedirás de tus invitados, directo a tus aposentos sin peros, jovencito. —gruño furiosa.

Robb se retorcía como un bebé llorón poniendo excusas.
A Lyanna de repente le causó mucha gracia todo aquello y comenzó a reír a carcajadas, todos incluso Robb la miraron sorprendidos.

—No se preocupe Lady Catelyn, yo también me disculpó mi lord, por haberle tirado, pero por favor no vuelva a hacer eso. —la joven se acercó al chico quién no podía estar más boquiabierto, pero fue reprendido con un liguero codazo de parte de su madre.

—Ahora te toca a ti, Robb. —ordeno su madre.

—Me disculpó con usted, mi princesa por lo ocurrido le prometo que jamás la volveré a besar hasta que usted así lo desee. —Tyrion rio a carcajadas.
Todos lo miraron desconcertados excepto su sobrina quién entendía el sentido de humor ácido de su tío.

—Es gracioso porque no puedes prometer eso, joven lobo. Aunque claro tienes un par de años más para callarme la boca.

Robb se quedó sorprendido, el Gnomo tenía razón su prometida no lo amaba y nunca desearía un beso de su parte, acababa de hacer una promesa que no podía cumplir.

Aunque claro el enano ya lo había dicho, podía conquistarla y después de todo Robb había descubierto que Lyanna era una joven que merecía ser cortejada, no importaba cuando se tardaría él oiría de los labios de su prometida un “te deseo” y sabría que todo estaría bien pues podría cumplir su promesa.

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мy sωєєτ ∂єєr || ƒαทƒicτiσท rσвв sταrк || GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora