Diario De Loki

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Decimonovena entrada

Corrimos de la mano por las calles de Florencia y su voz inundó cada rincón de esas aceras, cada recóndito estrecho olvidado de un corazón que creía no tener. Sus ojos brillaban de una manera inhumana, eran mágicos, eran magia pura. Ella cuenta las esquinas y los cruces y ni siquiera se da cuenta, piensa en volver, siempre piensa en volver. Los cuenta hasta el treinta y siete y vuelve hacia el uno, pero al callar su ida y vuelta nada pasa y no ha llegado a ningún lugar, quien busca no está.
Voltea, sonriendo, arruga la nariz y frunce el ceño al soltar tal melodiosa carcajada que por un segundo pienso que no es posible que oculte ira, resentimiento. A veces, en los breves instantes en que se presta el momento para tomarla entre mis brazos sin sentir jamás que ella perteneciera allí, me muero por borrar para siempre el recuerdo nefasto de los besos de aquel, por siempre, extraño.
Esta por volar y necesito sus pies en la tierra. Alargo las horas cada que algo brilla lo suficiente para ser mínimo merecedor de atención. Deseo y necesito limpiar la salsa de tomate de su boca con mi lengua y después de que he saboreando con una sonrisa ese recorrido, paraíso de labial manchado y labios resecos, espero, se aparte. Ríe, me observa unos segundos, contemplo, como el tonto que he sido toda noche, toda la vida y no puedo evitar preguntarme ¿Por qué se tiñen de rojo sus escleróticas? ¿Por qué la palma de mis manos se salidifica?
-¿Por qué estás llorando?- deseo y necesito consolarla – Por favor, no llores... – reposa su cabeza en mi regazo como un gato adormecido.
Oh, por Odín, la amo.

El Bucle -Loki y Tú-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora