41: Miedo.

208 22 0
                                    

Parecerá ilógico, pero, lo que hice fue aferrarme mucho más a él, lo estaba sintiendo, estaba impregnando mi ser de todo él, para luego dejarlo y solo recordarlo y que me afecte, porque claro que lo hará, yo le di el poder de hacerme cambiar de humor, él puede jugar conmigo como quiera, está apoderado de mis sentimientos, por ahora. Que idiota soy al dejarlo entrar en mí.

—Pero, eres un problema el cual quiero enfrentar, realmente eres un desastre, un maravilloso desastre, y por eso, porque contigo me siento diferente, y puedo protegerte lo haré, no voy a perderte, bestia. Eso no me pasará de nuevo.

Y mi corazón volvió a la vida, sonreí tan bobamente, ¿Vieron? El tiene el poder de mi estado de ánimo y eso no es bueno.

Pero, analizando mejor sus palabras, la intriga entró en mí: ¿Acaso ya había perdido a alguien por algún enemigo o algo así?
Bueno, tampoco voy a preguntarle, quiero hacer que se relaje, no que se tense más, ya le preguntaré después.

—Entonces hazlo. Si quieres protegerme...—Aflojó su agarre y al fin pude soltar el abrazo.—y eso te hace sentir mejor, relajado y más seguro, protegeme, hazlo. Además, nunca está demás un guardaespaldas.—Sonreí.

—Sonrió.—Eres verdaderamente increíble, y estás loca.—Ríe.—Por eso eres la bestia loca.

—¿Increíble? Mmm.—Balbuceé colocando mi dedo índice en el medio de mis labios y miré hacia arriba simulando recordar algo.—Yo pensé que era "Normal, insoportable, una zorra."—Dije mientras enumeraba con mis dedos recordando sus palabras días atrás.—Y varias cosas más.

—Creo que eso es pasado.—Ríe.

—Oye, ¿Y cómo te fue en la reunión?—Cambié de tema.

Su rostro se puso serio de nuevo. Oh, creo que no tan bien, ¿Está mal sentirme feliz por eso?

—No quiero hablar de eso.—Tensó su mandíbula.

—¿Tan malo fue?

—Si.

¡Cool! O sea, estoy feliz porque así no querrá verla de nuevo.

—Entonces ¿No volverás a salir con ella?

—Seguro que no.—Su tono era frío de nuevo.

Casi brinco de la felicidad, una pretendiente menos.

—Tus cambios de humor son muy raros.—Le comenté.—Pero, bueno, ¿Quieres un masaje para que te relajes?

Me miró por unos segundos, luego me miró divertido y después pícaro, y asintió.

Me levanté y él se acostó boca abajo.

Uffs, había olvidado por completo que estaba en bóxer.

Me quedé allí parada examinando con la mirada. Sus canillas de chiquicuilote, sus piernas, su trasero, su espalda, Dios, los músculos de su espalda, y las pecas que lo adornan. Besaré cada una de esas pecas, claro que lo haré, arañaré su espalda, la morderé, y chuparé algún día.

Inmediatamente siento mis mejillas arder al concientizarme de lo que estoy pensando.

—Pagaría una fortuna por saber lo que estás pensando, bestia.

—Yo pagaría el doble por saber qué piensas tú.—Digo divertida.

—Pero, por lo menos yo no me relamo y me succiono los labios.—Ahora el divertido es él.

Sonrío y niego con la cabeza.

—Eres tierna sonrojada.

—Ya cállate, imbécil.

Solo una venganza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora