21: Cayendo en tentación.

267 29 4
                                    

Carlos salió del baño, y me arrepentí, me arrepentí de no salir de allí.

Salió con una toalla en su cintura, mi celular en manos, y las gotas de agua resbalaban desde su cabello, su hermoso cabello, pasando por su perfecto rostro, deslizandose hasta su cuello, bajando de él para llegar a su pecho, seguir su camino por su marcado abdomen y finalmente perderse por el sendero que traza esa "V" que tiene en la parte baja de su abdomen.

Oh Dios mío, cuanta envidia le tengo a esas gotas de a... ¡¿Qué pienso?! Agité mi cabeza para sacar cualquier pensamiento de ese tipo, pero, se me era imposible, ¿Quién no pensaría así con semejante dios griego en frente? ¿Y semidesnudo? ¡Matenme si me van a matar!

Me encantas como el coffe por la mañana, sabes bien que te tengo ganas...—Cantó dulcemente.—Que te... ¡Que te tengo ganas, maldita sea!—Tiró lo que es mi celular bruscamente a la cama.

¿Qué mierda?

Le hubiese dicho algo por tirar mi celular así, pero, no necesito que sepa que estoy aquí, no quiero.

Carlos frotó su rostro con sus manos, se veía algo frustrado. Se dirigió a la peinadora y pude ver que se apoyó sus manos allí y se inclinó un poco hacia el espejo, ahora solo podía ver el paño y parte de su espalda baja.

—¡Sal de aquí!—Exclamó.

Mis ojos se abrieron de la impresión y mi corazón comenzó a bombear más rápido.

No, no, ¡No! ¿Cómo es que se dio cuenta?

—¡¿Qué mierda es lo que te pasa?! Tienes físico, dinero, eres sincero ¡Y puedes tenerlas a todas, Carlos Gabriel! ¡Sácala ya!

Esperen, ¿Está hablando con él mismo?

—¿Por qué eres tan débil con ella? ¿Es que a caso te controla? ¡No!—Se respondió a sí mismo.—¡Debes dejar de comportarte así, no puede causarte una erección por una estúpidez!

¿Ella quién? ¿Qué erección?

Lo siguiente que hizo fue alejarse de la peinadora y desordenar su cabello, suspiró y se dirigió al closet.

Mala idea.

Contuve la respiración hasta que oí abrirse un cajón y luego cerrarse, vi su toalla tocar el piso y mi mirada subió desde sus canillas, rodillas, muslos, entrepierna, hasta su, su, su, su miembro.

Mier-da.

¡Yo no quería! Pero, mis ojos no le hicieron caso a mi mente.

Y ahí obtuve la respuesta de mi segunda pregunta: Esa erección.

Y sin siquiera notarlo estaba allí devorándolo con la mirada, desde las puntas de su cabello hasta la punta de los dedos de los pies, estaba allí parado como Dios lo trajo al mundo y ¡Santo Cristo! ¿Por qué hacía tanto calor aquí? Mi corazón latía desbocado y mi respiración se agitó levemente.

El se colocó el boxer, pero, aún así me sentía con calor, mi pulso acelerado, mis pezones ¿Dolían? Era totalmente extraño, mi labio inferior también dolía y no entendía por... ¡Ah! Me estoy mordiendo el labio inferior inconcientemente.

Vi a Carlos acercarse a mi, y mi pulso se aceleró más, pero, por los nervios, tampoco quería que me viera así y que piense que soy una pervertida o algo.

Cerré mis ojos apretandolos rogando internamente porque no abriera esa puerta y escuché otro cajón abrirse y cerrarse, abrí los ojos aliviada, y luego se abrió la puerta.

¡Demonios!

—¿Bestia?—Frunció el ceño.—¿Estás espiandome?—Sonrió arrogante.

Maldita sonrisa arrogante.

Solo una venganza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora