42: Mismas jugadas.

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GABRIEL.

¡Mierda! ¿Y cómo se supone que se calma a una persona? No había tenido que hacerlo nunca, porque, no me importaba nadie, y a Nelson y a Victor jamás les da una crisis. Sé que estuve con ella una vez, pero, esta vez está peor.

—¡Kylie, no entres, está todo bien!—Le avisé para que no se preocupara más.

—¿Seguro?—Se le oía realmente preocupada.

—¡Si!—Afirmé.—¡¿Cómo sabías que estaba aquí?!

—¡No estaba en su cuarto, fue fácil de deducir!—Alzábamos la voz para poder escucharnos a través de la puerta y por encima de los truenos.

—¡Yo voy a calmarla, quedate tranquila!
Aunque no sepa como hacerlo.

—¡Bien! Si me necesitas solo llámame.—Escuché sus pasos alejarse segundos después.

Skyler temblaba, temblaba mucho, sollozaba y me hacía sentir mal, mi corazón se hundía en mi pecho cada vez más cuando la escuchaba llorar, es extraño, muy extraño.

Subí la mano que tenía abrazándola por el abdomen y comencé a acariciarle el cabello.

—Todo está bien Skyler, yo estoy aquí, tú estás aquí, la tormenta está afuera, nada va a pasarte.—Ella me abrazó fuerte.—Tienes que estar calmada, por favor, no me gusta escucharte llorar.

—Esto... es horrible.—Me hizo saber entre sollozos que iban disminuyendo cada segundo que pasaba haciéndome saber que hablarle la ayuda un poco.

—Entiendo que para ti pueda serlo bestia, pero, la tormenta es necesaria para que luego haya un buen día, es como... las cosas malas, luego de las cosas malas vienen las buenas ¿No es así?

—Si, pero, tengo miedo de que algún día la tormenta dure para siempre.—Había dejado de llorar, se estaba calmando.

—Eso no pasará, ¿Recuerdas lo que te dije aquel día? Sin tormenta no hay arcoíris...—Comencé para que ella continuara.

—Sin tempestad no hay calma, y sin oscuridad no hay luz.—Terminó de decir ella.—Bien...—Sacó su cara de mi pecho y dejó de abrazarme para así secarse las lágrimas.—lo recuerdo, y lo entiendo perfectamente, pero, el miedo no puedo controlarlo.

—Si puedes, bestia.—Sequé las lágrimas que no se había limpiado.—Y si no puedes sola... ¿Para qué estoy yo?

La vi sonreír, haciendo que mi corazón sonriera también, si es que eso es posible.

—La tormenta no será para siempre, o al menos, no la de hoy.—Reí levemente.—Ya solo está lloviznando, pasó rápido.

—Tienes un poco de razón, imbécil.

Ese apodo debería ofenderme, pero, mentiría si dijera que lo hace. Que ella lo diga hace que me guste, lo hace sonar perfecto. Se verá algo extraño, pero, prefiero que me diga "Imbécil." A que me diga "Bebé." O "Cariño." Porque aquella palabra demuestra lo que ella sentía anteriormente por mi, que era desprecio, pero, el tono en el que ahora lo dice me hace saber que ese desprecio ha sido suplantado por sentimientos más puros, buenos.

Solo una venganza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora