«Me diste el apoyo cuando yo lo necesitaba. Me mostraste el amor cuando yo no lo sentía. Tú me ayudaste a luchar cuando yo me estaba dando por vencido. Y me hiciste reír cuando yo lo estaba perdiendo todo. Porque tú eres la razón por la que todavía sigo aquí, tú eres la razón por la que mi cabeza está encima de todo esto»
Get you the moon, Snow
El desasosiego no me deja dormir por las noches o comer durante el día. Es martes por la mañana y ninguna noticia me da fuerzas para levantarme.
Falté ayer a la escuela con la esperanza de que me llamaran del hospital y dijeran que despertó, que acepta visitas. No fue así. Lo que menos quiero es ir a verle la cara a Amberly, quien, estoy seguro, intentó matar a Tatiana. No quiero ver sus ojos verdes rodeados de maldad, su sonrisa de inocencia tan falsa como ella.
Mi rostro serio y ropa desaliñada les da un indicio a mis padres de que el malhumor se está adueñando de cada fibra de mi cuerpo. Bebo el café en silencio, pretendiendo que ellos no notan las ojeras o mi estado apocado.
—Despertará —es todo lo que dice mi padre, mirando fijamente mis ojos para transmitirme su seguridad.
Asiento desanimado. La verdad es que estoy atemorizado, siento que cada minuto que el cuerpo de Tatiana no responde equivale a una probabilidad más de que muera. Me hierve la sangre por pensar que esto es culpa mía y de Amberly.
Mamá se limita a tomar su té. Ella también está preocupada, aunque intenta no demostrarlo por si con ello aumenta mi miedo. La conoce hace tiempo, fue de vacaciones con nosotros y vino a casa más veces de las que puedo contar, está claro que se formó un vínculo.
El timbre interrumpe el ambiente relajado, siento mi cuerpo tensarse tanto que mi mandíbula se aprieta con fuerza. Abro la puerta encontrándome con una rubia sonriente que esparce amor fingido por sus poros. Su despreocupación me hace rabiar.
—Pensé que te haría bien que te acompañara al colegio, ¿no es una gran idea, Danielito? —anuncia con su tono cantarín y suave. Bate sus pestañas como señal de que debo hacerle caso a lo que demanda.
—Claro —pero la emoción no me acompaña. De hecho, suena como si su presencia me estorbara.
Tomo mi abrigo, les aviso a mis padres de mi salida y sigo a la chica sin mediar palabra. Mi mirada inquisitiva la obliga a removerse en su lugar. Tengo que quitarla para fijarme en el camino vacío de los últimos días de otoño. Nadie cruza la calle en la que estamos, tal vez ese hecho me da la valentía o puede que sea el rencor acumulado con la desesperación.
—Fuiste tú —me detengo en medio de la calle justo pasando un viejo árbol—. Tú atropellaste a Tatiana, ¿cierto?
—No sé de qué estás hablando —elude con esa cara de pobrecilla que me sé de memoria. Su actuación me ofende en niveles que rozan la histeria.
Inspiro hondo, tratando de no recurrir a la violencia. Su expresión de inocencia me provoca, de pronto veo todo rojo. ¿Cómo es posible que vaya por la vida matando personas y no sienta un mínimo de remordimiento?
De un tirón ella termina contra el árbol y mi antebrazo aplastando su cuello. No mido fuerza ni gestos. Aunque su risa encuentra a la escena desopilante.
—¡Admítelo, maldita sea! ¡Tú la quisiste muerta! —grito frente a su cara barriendo sus dorados cabellos fuera de su rostro.
No me importa mi comportamiento fuera de mí ni el que ella sea una mujer. Puede que sea una chica, pero si es una asesina yo no veo géneros. Ella amenazó a mis padres con su pasado, me violó, mató a la licenciada Bell, a mi hermana y probablemente a Tatiana. ¿Es que un leve apretón me convierte a mí en el malo?
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Hasta que llegó Amberly
Teen Fiction"Eres un hijo de puta por ilusionarla" "¿Para qué la besabas si no la querías a tu lado?" "La lastimaste por puro capricho" "Se suponía que era tu mejor amiga, te tendrían que importar sus sentimientos"; acusaban las filosas lenguas que se enteraban...