«Mi mente está yendo demasiado rápido, las sombras de la pared siguen acechando. Desearía que volvieras. Cariño, solo ha pasado una noche, siento que ha pasado una semana»
Insomnia, Daya
El poder no existe.
Quien diga lo contrario está mintiendo. El poder no es algo físico que sea inherente en una persona, no. Nosotros somos quienes decidimos quién tiene poder y quién no.
Sólo piensen en los presidentes: el presidente por sí solo no hace nada en lo absoluto, lo que lo pone en ese puesto es el poder que tiene. Él, si quisiera, podría crear una ley absurda, pero queda en nosotros si cumplirla o no, queda en los policías, abogados, jueces si deciden que debería ser penalizada. Porque si nadie le hace caso al presidente, ¿de verdad sería un presidente?
Al fin de cuentas revelarse no es tan complicado como el mundo lo hace ver. Basta con ponerse de acuerdo para formar una sociedad utópica. Sí, tal vez ese es el problema.
Ya estoy divagando. El caso es que el poder se otorga y la cara descolocada de Amberly al no recibirlo es la gloria.
—Te dije que no irás y punto —declara con esa voz histérica.
—Te dije que no me importa tu opinión e iré de todas formas —replico tajante.
—¿Es que todavía no lo entiendes? Soy yo quien tiene el mando de la situación —dobla su cuerpo para sacar la navaja oculta en su bota derecha. Amenaza con el filo aproximándose más a mí—. ¿Por qué me llevas al límite de mi paciencia? Podría ser tan sencillo para ambos si dejaras de oponer resistencia, Daniel.
—No. Sería fácil para ti. Es que todavía no lo entiendo, ¿qué es lo que quieres? ¿Dinero? ¿Fama? ¿Arruinarme la vida? ¿Por qué haces todo esto, Amber?
—No tengo que darte ninguna explicación a ti.
—Bien, no me las des. Yo tampoco tengo que dártelas a ti para ir a un lugar —argumento alejándome de la cuchilla.
—¿Por qué quieres ir? Dime —una sonrisa macabra surca sus labios sonrosados. La navaja se acerca a mi cuello y aplica una leve presión, sin llegar a cortar de verdad—. ¿Quieres recordar tu antigua vida? Mira que ya me enteré que fuiste al hospital para visitar a tu amiguita. ¿Por qué estás encaprichado con ella?
—Pues perdón por preocuparme por mi mejor amiga, por un accidente que tú misma provocaste —desdeño con una pizca de sarcasmo.
El aire es un recurso que comienza a escasear. Me atrevo a detener su mano, me resisto para quitarla de mi cuello. Al liberarme, su enojo incrementa. No puede soportar saber que el poder se le escurre por los dedos.
Lastimosamente la fuerza nunca fue una de mis cualidades. Desde siempre he sido calificado como el débil, por eso no me sorprende que su cuerpo tire del mío dando vuelta el juego. Mi espalda choca contra la pared de mi habitación, el impacto me blanquea la mente, dándole el provecho de apretar mis mejillas y causar que calle.
—No vuelvas a mencionarla. Tatiana esto, Tatiana lo otro, ¿es que no te cansas? —entorna los ojos con desesperación. Sus dedos se clavan más profundo en mis cachetes denotando su rabia— ¿Condenarías a tus padres a la cárcel por tu capricho con esta chica?
—Dejaría mi propia vida para que ella siguiera con la suya —mascullo con una convicción genuina.
—Eres obstinado, eh —contesta con un deje sombrío.
Su mano derecha, la cual no sostiene mi cara se escurre por debajo de mi camiseta jugando con el filo de la navaja y mi pecho.
Apenas siento la herida abrirse busco escapar. No me doy cuenta de la acción hasta que es demasiado tarde. Mis manos empujan los hombros a Amber con un ímpetu desmedido, logrando que trastabille y se desplome en el suelo cayendo de pecho. Su panza es quien recibe el golpe, entonces recuerdo que no sólo se trata de Amberly, sino también de un bebé inocente dentro de ella.
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Hasta que llegó Amberly
Teen Fiction"Eres un hijo de puta por ilusionarla" "¿Para qué la besabas si no la querías a tu lado?" "La lastimaste por puro capricho" "Se suponía que era tu mejor amiga, te tendrían que importar sus sentimientos"; acusaban las filosas lenguas que se enteraban...