Capítulo 20 | La verdadera escuela

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«Ella dijo "¿Cómo puedo amarte si vas por ahí? ¿Cómo sé que no le darás tu amor a otra persona? ¿Cómo puedo confiar en ti cuando no estás cerca? ¿Cómo puedo saberlo si parecemos no funcionar?"»
Runnin low, Blackbear

Constantemente estoy huyendo; de mis sentimientos, de Amberly o de un pasado que no me pertenece.

¿Cuándo me detendré? ¿Cuándo podré pararme y combatir como hace tiempo estoy pensando? ¿Cuándo es el momento en el que dejaré de huir?

¿Ese día llegará?

Soportar la lucha interna que se desata es algo que perjudica a más personas de las que quisiera. Porque he cambiado y porque ahora estoy lleno de miedos que antes ni siquiera percibía. Concuerdo con Tatiana, extraño al antiguo yo; aquel que no era desconfiado, arisco y mentiroso.

Pero lamentablemente ya no está, la perversión de Amberly lo borró.

Le debo el favor de reinventarlo.

—Yo también tengo mi propia historia con Amber, por eso quiero ayudarte, porque sé lo que se siente —asevera Bianca, la honestidad se halla en sus ojos verdosos.

Bianca es casi tan insistente como yo. Eso me gusta.

Desde que nos vimos aquella vez en el baño no ha dejado de decirme que necesita un minuto para explicarse. Así de desorientado, cualquier ayuda es beneficiosa. Mi novia ha demostrado más de una vez que tiene seguidores con un apoyo incondicional; Fabián, la madre de Natalia, Amanda y muchos que quizá ni conozco. Yo necesito armar mi propio ejército para que sea una lucha justa.

Bien podría hablarle a Tatiana o a mis padres, pero eso sería arriesgarme demasiado, lo intenté con la licenciada Bell y no salió para nada bien. No quiero sonar como un insensible, aunque no puedo evitar pensar que, si algo le ocurre a Bianca, por más mínimo que sea, me afectará en un grado mucho menor.

Además, ella sabe cuánto está en peligro, ella quiere convertirse en la rival. Si ella quiere encaminarse a su propia muerte, que así sea.

—Desarrolla —pido con una mueca neutra. Me gusta esto de ser el policía malo.

Nuestros encuentros clandestinos se dan en cualquier lugar que esté fuera del ojo adolescente, en este caso, la cocina escolar en tiempo de descanso. Ella está sentada sobre la encimera y juega con una cuchara de madera para desviar su atención.

—Mi primo también estaba metido en cosas... turbias. Él vendía celulares robados. Pero él no los hurtaba, lo juro —defiende con sus manos en alto y su expresión de niña inocente—. Tenía un amigo que se los daba y repartían el dinero entre ambos. Ya salió de ese negocio, pero Amberly —da un largo suspiro que se transforma en frustración cuando golpea la encimera con su puño—, ella lo descubrió antes de que pudiera salirse.

—¿Y qué te obligó a hacer con ello? —interrogo con intriga genuina.

—En esa época andaba con su hermano, Mike. Ella me dijo que debía hacer algo para que terminásemos. Fui una cobarde, lo admito. No podía mirarlo a los ojos y decirle que no tenía sentimientos por él, sería una mentira. Entonces le fui infiel, con cinco chicos. Sí, es verdad el rumor —se sincera con una mirada de arrepentimiento. Me transmite lo que está contando.

No sé si sorprenderme por el hecho que ella salió con Mike o de que los juegos y manipulaciones de Amber existen desde tiempos en los que yo apenas la conocía.

—¿Por qué lo hizo?

—Jamás me contó el porqué, yo sólo obedecí. Intenté disculparme con él en uno de sus cumpleaños y regresar si él lo seguía queriendo, pero ya tenía una nueva novia. Tal vez Amber pensó que no era la adecuada para su hermano. A veces me pregunto qué hubiera sucedido si ella no se interponía —hace un mohín—. Todo hubiera sido tan distinto.

Hasta que llegó AmberlyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora