Capítulo 9 | Dulces dieciséis

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«¿No es extraño que después de todo eso...? Te di amor, nunca regresó ¿No es extraño que después de todo...? Demasiado equipaje para volver a desequipar. Extraños por fin»
Strangers, Lovelytheband

Aquel "cada cosa a su tiempo" no es más que un consuelo para las personas que no pueden cumplir con sus objetivos, anhelos y amores en la actualidad y lo único que les queda por hacer es rendirse o aferrarse a la falsa esperanza que esa frase les provoca.

¿Quién definió cuándo es el tiempo adecuado para cada cosa? Lo cierto es que cada uno es dueño de su propio tiempo y hay que respetar a aquellos que obtienen sus logros a temprana edad tanto como los que los cumplen tras largos años de esfuerzo o los que jamás los llegan a alcanzar.

Mi carrera musical había despegado cuando yo apenas tenía catorce y nadie había cuestionado mi talento o el merecimiento de todos esos discos que grabé tras un contrato con la disquera. ¿Por qué con lo demás sería diferente? ¿También debía mostrarles mi talento en otros ámbitos para callarles la boca?

Ese día era mi cumpleaños número 16 y me hubiera gustado decidir qué hacer con él, pero mis padres insistieron tanto en hacer una (otra) fiesta en la casa que no me pude negar. Ambos me despertaron con su tradicional desayuno a la cama y cámara para grabar el momento.

En mi rostro se plasmó una sonrisa, aunque sentía que faltaba Lucía para que saltara en la cama y robara parte de mi desayuno. No sabía si debía bloquear ese pensamiento o dejarlo fluir mientras rasgaba el papel que cubría el regalo de mi papá.

—¿Es en serio? ¿Me regalas alcohol? —pregunté con una mueca de escepticismo cargada de burla— Papá, cumplo dieciséis, no dieciocho. ¡Ni siquiera bebo alcohol!

—¡Braulio! —chistó mamá con una mirada desaprobatoria.

—¡Es cerveza, casi no tiene alcohol! —se excusó sin perder la sonrisa— Además la compré por la botella, mira. Si no quieres beberla no lo hagas, pero guarda el empaque.

Di vuelta la botella de cristal rojizo y observé la etiqueta. En ella se sentía una guitarra con una textura diferente y debajo se asomaba un "Daniel" con una caligrafía exquisita. La frase "Y si siento que no pertenezco en el lado del amor, en vez de refugiarme en el odio, correré a los brazos de la pasión" prevalecía arriba de la guitarra.

—La frase la eligió tu madre —agregó papá.

—¿Para eso era? —la incredulidad se adueñaba de sus facciones como una ofensa.

Reí a través de las lágrimas que querían salir de mis ojos sin éxito. Esa frase significaba mucho para mí, por eso se la dijo, porque mamá es consciente de todo el impacto que tiene. No pude dejar de releer una y otra vez las líneas, obnubilado todavía.

Ella acercó su regalo como apremiando para que lo abra. Hice a un lado la botella y tomé el sobre. Dentro yacían unas llaves pegadas a un cartelito en el que decía que ella me enseñaría a conducir.

—Sé que tienes el dinero para comprarte uno o diez autos si quieres —inició con una sonrisa de conformismo y un tono chillón opacado por su ilusión—, pero quiero que aprendas con el nuestro, te lo prestaremos cuando no lo utilicemos, ¿qué dices? ¿Quieres?

—¡Claro que sí! —exclamé tan emocionado como ella. Busqué sus espaldas y aún sentado en la cama nos fundimos en un abrazo de tres. Para ese punto mis murmullos se ahogaban con los sollozos que soportaba— Gracias, en serio. Los amo.

Mis padres los son todo para mí, son mis héroes, mi ejemplo a seguir. Ellos son la motivación de muchas de las cosas que hago y dejo de hacer. Tal vez les estoy dando mucho poder, pero, con padres como ellos, ¿no harías lo mismo?

Hasta que llegó AmberlyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora