«Podríamos llamar a esto amor o podríamos llamarlo nada, pero tú tienes lo que yo quiero, sabes que yo también lo tengo. Así que sólo déjame recostarme, enciéndeme»
Sacrifice, Black atlass ft. Jessie Reyez
La adolescencia es una etapa en la que todos quieren resaltar. Digan lo que digan, esa es una verdad.
No digo que está mal, por supuesto que esa es una de las características divertidas que luego recordaremos. Y es que la pérdida de vergüenza está plena en ese momento, el histrionismo sale a flote y el miedo es un ínfimo pensamiento entre ellos.
Todo luce como una carrera en la que intentamos brillar a nuestra manera; en la que buscamos nuestro propio brillo.
—¡El último en sentarse le hace una reverencia a la profesora! —exclama Mike cuando apenas llego al umbral.
Todos corren llevándose por delante las sillas, mesas o incluso personas y se abalanzan en su propio asiento. Todavía desorientado y sin terminar de comprender esa persecución los observo que sonríen triunfantes.
—Te tocó a ti, Daniel —declara Natalia con un falso deje de lástima.
—¿Tocar qué? —cuestiona ya sentado junto a Tatiana en la fila delantera a la de ellos.
—Cada día hacemos esto con una frase distinta, el castigo que te tocó a ti hoy es hacerle una reverencia a la profesora —explica Facundo peinando sus rubios rulos que se desordenaron en la carrera.
—Bienvenido devuelta a la escuela, Dani —manifiesta Tati con sus brazos abiertos señalando el salón por completo.
Casi por reflejo reviso los alrededores de la habitación. Las paredes están blancas y pulcras, sin dibujos obscenos o insultos. Un mural se halla a nuestras espaldas con la imagen de una chica de cabellos multicolor. Las sillas y mesas alcanzan y sobran. Los demás alumnos alardean joyería, no un nuevo cuchillo. Lanzan risas entre sí, no basureros. Ellos hablan a un volumen aceptable, no a gritos que llevan a peleas.
Y, demonios, cómo extrañaba esto.
Una profesora de cabello rizado y rojo con decenas de pecas notorias, unas gafas negras y un largo delineado se adentra al salón con una vibra alegre. Deja su bolso sobre la mesa y sonríe mientras nos inspecciona.
—Hola, chicos, ¿cómo están? —pregunta amable mientras borra el pizarrón.
—Bien —contestan al unísono y me sorprendo de que todos lo hagan.
En mi anterior colegio nadie, absolutamente nadie, prestaba atención a lo que sea que saliera de la boca de los profesores.
—Amanda, ¿aros nuevos? —le pregunta radiante y confiada. Ella asiente feliz de que lo note y menea su cabeza para que brillen con el sol que se adentra en las ventanas— Me gustan.
Casi olvido que Amanda se encuentra en el mismo salón que mis amigos. Ella se ve amenazante como nunca, supongo que estar del lado de Amber causa ese efecto. Con su cabello corto hasta los hombros (por aquella ocasión que mi mejor amiga le cortó el pelo) y su cuerpo enfundado en prendas que acentúan sus curvas me doy cuenta que cambió mucho desde que nosotros salimos.
La profesora sigue saltando su vista entre los adolescentes y preguntando cosas estilo "¿Cómo la pasaste en tu cumpleaños?" o "¿Te teñiste el cabello? Se te ve bien" o "¿Cómo te fue con ese chico del que hablaste la clase pasada?" hasta que finalmente cae en mí.
—Eres nuevo, ¿cierto? —utiliza un tono dulce agradable a mi oído.
Siento los ojos apremiantes de todos mis amigos y suprimo una carcajada antes de levantarme y doblar mi espalda en una reverencia como afirmación.
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Hasta que llegó Amberly
Teen Fiction"Eres un hijo de puta por ilusionarla" "¿Para qué la besabas si no la querías a tu lado?" "La lastimaste por puro capricho" "Se suponía que era tu mejor amiga, te tendrían que importar sus sentimientos"; acusaban las filosas lenguas que se enteraban...