Capítulo 8 | Querido diario

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«En mi corazón siempre sabré que nunca te olvidaré y que tú siempre estarás a mi lado hasta el día de mi muerte»

Never forget you, Zara Larsson ft. MNEK 

—Me estás mintiendo.

Su inquisitiva mirada a través de los cristales de sus gafas me incomoda. De pronto, la necesaria cita de terapia me parece agobiante. La licenciada Bell me mira seria mientras los dos mechones de cabello marrones caen con ondas, enmarcando más su semblante desafiante.

—Claro que no —asevero y elevo mi mentón. Mis brazos se cruzan sobre mi pecho y desvío mis ojos a la calmante vista que muestra la ventana.

—A ver, vuelve a narrar los sucesos —pide denotando paciencia.

—Bien. Fui por unos helados con Amber, compramos dos conos, chocolate para ella y fresa para mí. Después se nos sumaron su hermano Mike y Natalia. Charlamos un rato hasta que a esta última se le ocurrió ir al cine —mi voz es neutra, como la de los que narran cuentos o documentales—. Todo perfecto, compramos las entradas, palomitas y refrescos. Saludé a algunas fans y nos tomamos fotos. Vimos una película de terror donde las chicas gritaban sin cesar con cada escena de suspenso. Los chicos, y con esto me refiero a todos los de la sala, aprovechaban para hacer su "movimiento" y darles esa falsa sensación de protección. Pero había una fila más adelante donde estaba sentada una chica que parecía no temerle a la película, sino que era al revés y el chico se estremecía. Ella se reía con disimulo y, aunque la penumbra y los alaridos parecían impedimentos, no podría confundir su risa, ya estaba grabada en mi memoria de tantas veces que la oí. La risa de...

—Tatiana —aporta con un ligero movimiento de manos para que me apure y no repare en los detalles.

—El chico no mostraba indicio alguno de estar en condiciones para besarla, incluso creí verlo temblar en su asiento. La música iba en aumento, tal vez acorde al momento, y para cuando el puñal fue clavado en la espalda de la actriz Tati le estaba robando un beso a aquel chico —mi tono titubea y ahora de mi voz se adueña la histeria—. ¡Un beso! ¿Entiendes o lo repito por tercera vez?

—Claro que lo entiendo, pero quiero saber qué sentiste acerca de ello, qué piensas o si hay algo más que no me estés diciendo.

—Fue... —busco una palabra para describirlo, pero termino por rendirme mientras de mis labios sale disparado un suspiro de frustración y toma eso como contestación— Es la primera vez que la veo besar a alguien más desde que nuestro pacto se rompió.

—Entonces sí te importa —insinúa con sus labios estirados porque antes le aseguré que no lo hacía en lo absoluto.

—¡Claro que me importa, es mi mejor amiga!

—Suponiendo que es por eso —el escepticismo es casi innecesario de nombrar porque basta con notar la pose que mantiene para poder interpretarlo—, ¿cómo crees que ella se sintió el día de la fiesta cuando escuchó los ruidos y te vio salir de esa forma con Amber?

Me quedo en silencio. No quiero pensar en eso, no quiero creer que lastimé (por segunda vez) a mi amiga por hacer algo que me causó placer. Ella es muy frágil y lo único que hago es destruirla una y otra vez con mis impulsividades. No lo hago adrede, su dolor es un efecto colateral de la pequeña probadita de felicidad que Amberly me intenta suministrar.

—No lo sé.

—Ustedes también tuvieron relaciones sexuales y, si recuerdo bien, ella fue tu primera vez. ¿No piensas que es mucho más poderoso o intenso lo que ella sintió al verte a ti, incluso más que lo que tú sentiste cuando la viste besar a alguien más?

Hasta que llegó AmberlyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora