Capítulo 11 | Funeral

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«¿Quién te guiará por el lado oscuro de la mañana? ¿Quién te va a mecer cuando el sol no te deje dormir? ¿Quién se va a despertar para llevarte a casa cuando estés borracho y solo? No seré yo»
It ain't me, Kygo, Selena Gomez

ATENCIÓN: Este capítulo contiene spoilers de la novela "Sumergida en el arte", si la estás leyendo te recomendaría que la termines antes de leer este capítulo. O leelo de todas formas y luego ve con ella, te prometo que está muy bonita.

Amberly es la culpable.

Esa asesina tan brillante y temeraria es mi novia. La chica con la que me besé, me acosté y dormí es mi enemiga. Y ya no sé cómo hacer para escapar de este caos que me persigue.

Un bebé ahora es... demasiado para mí.

Sé que he decepcionado a más de uno con mi actuar, Dios, que Tatiana no podía ver mis ojos sin que estos se llenaran de lágrimas. Quisiera decir que todo fue a causa de un impulso imprudente, pero no. La verdad es que esto es lo más precavido que puedo hacer para ayudar a mis padres y evitar que otra crisis familiar suceda.

Lo que incinera mi interior es que el pesimismo regrese con la muerte de la licenciada Bell. Ella no tenía la culpa, sólo hacía un trabajo. No es justo que me dé cuenta cuán poderosa es Amber por el asesinato de una persona inocente.

Me ofrecí en pagar el funeral, aunque no creí que sería tan duro estar aquí. Menos con la revelación que se presenta ante mis ojos.

—¿La conocías? —pregunta tan sorprendida como triste.

—Me atendía con ella. ¿Y tú?

—Es loco, en verdad —da una leve risa que suena ahogada por el nudo en su garganta—. Ella jamás me dijo que tú eras su paciente, creo que tampoco supo que te admiraba. Es... Era mi madre.

Acabo de quitarle su madre a Lacey. Mis manos tiemblan y debo apretarlas contra mi cuerpo para que no lo note. Creí que la licenciada sólo tenía una hija mayor, las veces que comentó su vida personal nombró a Tabita, a quien le di el dinero.

Lacey es una de mis más fieles fans y así es como yo le pagué...

—Lo siento, no sabía que era tu... —inhalo con fuerza, sintiendo que me romperé a llorar y con ello ella recibirá mis pedazos quebrándose a la par— Ella no hablaba de ti, vi una foto en su biblioteca, pero me dijo que se trataba de tu hermana. Perdón...

Muerde su labio y observa el cajón cerrado con los ojos hinchados y rojos. Esa chica que conocí una vez, tan alegre, chillona y saltarina como un huracán, ahora no es más que una neblina gris que emana pesar.

—No tienes que disculparte —su voz se oye débil y susurrante, vuelve a dirigir sus pupilas a las mías y relame su labio antes mordido—, tú no eres el causante de su muerte.

Pero sí lo soy.

La abrazo y ella acepta gustosa el tacto. Se aferra como una araña en mi espalda y con su cara en mi pecho repite:

—No sé qué haré ahora.

Yo tampoco, Lacey, y créeme que estoy más asustado que tú en este momento.

Cuando se aparta puedo notar la fuerza que hace con sus ojos para no llorar, así se está haciendo más daño, soportando el dolor que las lágrimas intentan mermar. Si ella no lo permite, todo eso por lo que está aguantando algún día se convertirá en un cúmulo de emociones que la harán estallar.

—No lo soportes —le susurro tomando su rostro con mis manos—. Una buena amiga me dijo que, si somos seres humanos, llorar está incluido en nuestro sistema. Todos aquí lo hacen, no le temas al qué dirán.

Hasta que llegó AmberlyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora