Capítulo 12 | Pisar el freno

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«Estoy cansado de esperar. Sé que debo enfrentarlo. Estoy construyendo. Estoy asignado para nunca ser suficiente. Estoy en el camino, necesito ser paciente como nunca lo he sido»  

Patience is the virtue, Slaves

Nunca quise pisar el freno, pero tuve que hacerlo. Ahora el cinturón parece que me estrangula como una amenaza constante.

Pero existe una tediosa vocecita que susurra con malicia "aprieta el acelerador hasta el fondo". La dueña de ella lleva el nombre de Bianca, una cabellera rojiza y maquillaje en exceso. Claro, su argumento sobre que es mejor huir que quedarse expectante al desenlace logró convencerme.

También el último consejo de la licenciada Bell, debía hacerles honor a sus palabras y luchar, aunque en el round reciba un par de golpes.

Y aquí estoy, en la reunión que convocó Amberly para dar más revelaciones de su plan (órdenes). Ella nos llamó a Fabián y a mí en su casa, donde nos lleva a su habitación.

Esta conserva las típicas decoraciones de adolescente con estilo y dinero. Las tonalidades se basan en blanco, rosa pastel, plateado y un toque de dorado. Tiene su espacio de maquillaje al igual que su biblioteca y su lugar de lectura. Sobre su cama se alzan tres cuadros gigantes con fotografías grises de la ciudad.

—Daniel, esta semana has tenido algunos altibajos —manifiesta con gestos de manos y una voz que denota su posición de líder en la situación—. En la fiesta por la falsa alama de tu madre has estado muy bien.

Violación. Tenía que llamar las cosas por su nombre.

Toda esa narración de los eventos que nos llevaron a la cama y pasaron como una casualidad era parte del extenso plan previamente escrutado por estos dos. Ellos sabían que todo el mundo iba a estar en la casa y en el momento que los ruidosos gemidos de Amber se alzaban, Fabián se encargó de apagar los fusibles. Así todos los supieron, incluida Tatiana, con quien Amber le tiene más aversión.

Asiento con la cabeza para que continúe, en cambio, Fabián es quien toma la palabra.

—Pero con tu psicóloga —chista mientras niega decepcionado—. Te has pasado, y creo que te diste cuenta por qué esto debe ser secreto. Cuando dijimos "nadie puede saberlo" es porque nadie puede saberlo. ¿Entendido?

—Lo entiendo —mi voz se asemeja a la de un firme militar que se dirige a su jefe—. Ustedes la mataron, ¿cierto?

—Creo que no hace falta que aclaremos eso —musita con dulzura. Siempre tan cautelosa con sus palabras por si se me ocurre grabarla. En un parpadeo adapta una postura burlesca—. Y es que Danielito aún está enamorado de su mejor amiga, pobrecillo —rueda su labio inferior y baja las cejas con una falsa compasión.

Él pega una carcajada al techo y se agarra la barriga por tanta risa.

—Ay, amigo, ni te esfuerces, eh. Créeme que ella no vale la pena.

Mi cara se torna roja de cólera, a él le encanta provocarme. Por supuesto que Tatiana vale la pena, vale muchísimo más de lo que las personas pueden apreciar. Si tan sólo cualquiera la conociera como yo...

—¿Sabes? Tu reacción al enterarte que espero un bebé tuyo fue espléndida. Por fin has hecho algo como te lo marcamos, aleluya.

Yo también me enteré ese día sobre dicha vida. Tuve que improvisar basándome en lo que sabía que ella hubiera querido. Fue uno de los peores días de mi vida; ver cómo las esperanzas abandonaban mi cuerpo y el de Tatiana al son de la intermitente alegría de Amberly.

Hasta que llegó AmberlyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora