«Un arma en mi cabeza y sabes que no puedes ayudarme, otra en mi cama y sabes que no puedes ayudarme, me drogo y sabes que no puedes ayudarme. No entiendo por qué me perdonas»
Honest, Nico Collins
Sé que cometí errores en el pasado, sé que sigo arraigado a una persona a la que le fallé cientos de veces. Quisiera decir que ella también lo hizo, aunque esas ocasiones son ínfimas. Quizá no la merezco, quizá no soy el indicado para decir eso. En esta incansable lucha lo único que deseo es recuperarla.
Tatiana ha sabido perdonarme. A pesar de que la indulgencia no es una de sus características, hizo una excepción por mí. Ojalá le hubiera ahorrado todas esas decepciones cuando aún estaba a tiempo.
—La conocí cuando empecé a salir con Amanda, ella era una de sus amigas —le narro a Bianca bajo la complicidad de la penumbra que nos otorga la noche. Mis manos buscan una distracción y desprenden el césped de mi jardín—. ¿Puedes creer que mi objetivo no era ella, sino su amiga Natalia?
—La conozco. De vista, por supuesto. Ahora es la novia de Mike —comenta en un murmullo inseguro.
—Exacto. Natalia y yo salimos unos meses hasta que nos separamos porque ella estaba enamorada de alguien más. Ese "alguien más" fue tu ex. Yo de verdad la amé. Sí, había tenido otras novias, pero ella fue mi primer amor real, la que me cautivó desde el primer día. Imagina cuán devastado estaba cuando descubrí que me fue infiel, caí en depresión.
—Y ahí entró Tatiana —supone. Sus ojos se clavan en los míos con intensidad, como una interrogante que debo responder.
—La considero mi mejor amiga desde que la conozco, siempre me apoyó, incluso cuando la puse contra la espada y la pared por confesarle que salía con Amanda para acercarme a Nats. Ella guardó el secreto y buscaba cada oportunidad para que cumpliera con mi propósito. Al cabo de un tiempo, ambos acabamos con nuestras relaciones. ¿Sabes? Sólo queríamos un respiro entre tanto dolor —suspiro reteniendo las lágrimas que se atoran en mis ojos—. ¿Quién diría que unos besos terminarían por enamorarnos?
—Estaban jugando con fuego, tarde o temprano iba a suceder, Daniel.
Dejo que mis pupilas se paseen a través de las estrellas centellantes dando crédito a aquella historia que siento tan mía, incluso sabiendo que no; el cuento de la estrella. Las hojas de los árboles de mi patio caen sobre nosotros como una suave llovizna de otoño, el único ruido que se halla es el canto de los grillos o el agua de la piscina removiéndose por el viento.
Mis padres salieron esta noche y, no quiero aceptarlo, pero temo quedarme solo en casa. Por eso Bianca está aquí, por eso y porque necesito desahogarme, hablar de Tatiana, aunque sea una última vez.
—Era nuestra forma de canalizar todo. Algunos pintan, otros escriben, nosotros nos besábamos. ¿Nos equivocamos por hacerlo? No, no creo que esa definición nos quede.
—¿Y qué hay de las demás chicas que besaste en esa época? Amber me contó un poco sobre eso.
—Eso era diferente —chisto para minimizarlo—. ¿Conoces el poder de la sugestión?
—Sí, es horrible —forma un mohín de desagrado mientras entorna los ojos.
—Bien, pues una vez me arriesgué a besar a una desconocida, fue un reto infantil. Luego me dio un chispazo de inspiración y lo ligué con ello. Los besos no me daban inspiración, sino yo que me sugestionaba pensando que al hacerlo podría escribir una canción. Fue una tontería.
—¿Y después comenzaste a salir con Amber? —cuestiona conociendo la respuesta.
Asiento desganado.
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Hasta que llegó Amberly
Teen Fiction"Eres un hijo de puta por ilusionarla" "¿Para qué la besabas si no la querías a tu lado?" "La lastimaste por puro capricho" "Se suponía que era tu mejor amiga, te tendrían que importar sus sentimientos"; acusaban las filosas lenguas que se enteraban...