«Sólo apaga las luces y puedes ser mi bailarina privada. Cuando cerramos las cortinas ambos podemos olvidar nuestros modales. Mira cuán fácil perdemos el control»
Lips on you, Maroon 5
Otra vez es esa época del año.
Las personas se deslizan de un lado para otro con apremio, las chicas coquetean con sus mejores sonrisas, los chicos se asustan, las dulcerías se llenan y la indecisión abruma. Todos esto es causado por una festividad tan absurda como romántica; la semana de la dulzura.
El año pasado mis planes eran completamente distintos a los actuales. ¿Regalarle golosinas a la mayor cantidad de chicas para obtener sus besos a cambio? Dios, estaba un poco estúpido. ¿Qué clase de coqueteo barato (no tanto) era ese?
—Es una tradición —argumenta Natalia encogiéndose de hombros en su lugar.
—Esperen, esperen, eso no estaba cuando yo venía a este colegio. O bueno, yo nunca me enteré —refuto confundido.
Mis amigos aseveran que hay una "caja secreta", esta consta en que tienes que poner un dulce allí junto con el nombre de la persona a la que se la quieres regalar (en especial si te gusta) y alguien se encarga de darla por ti en medio de la clase. La caja está decorada de un color rojo llamativo con serpentinas y corazones, colocada justo en el centro del patio.
Entonces, ¿cómo es que no la noté los años anteriores?
—Es que tú estabas en el turno mañana —explica Julie asintiendo—. Es una tradición del turno tarde porque nosotros somos mejores. Eso sí, si eres parte de nosotros ahora, no puedes decirle nada a los de la mañana o los de otra escuela, es un secreto, ¿escuchaste? —me advierte con sus ojos achinados en desconfianza.
—Okey... —canturreo un poco intimidado por su tono.
—¿Por qué lo amenazas si ni siquiera va a poner nada en la caja? Su novia está en otra escuela, ¿a quién podría dejarle algo? —le cuestiona Facundo.
—Ah, es verdad —ríe al darse cuenta y continúa con un aire más relajado—. Lo siento, Daniel. Es sólo que es nuestra tradición, no quiero que se la roben los demás.
Chicos y chicas se apresuran a escribir una pequeña nota para pegarle a la golosina, otros hacen compras de último momento en el quiosco del patio. Diviso a cada uno sacar su lado más tierno escribiendo o comprando algo para alguien más. Treinta personas gastando su tiempo de recreo en hacer un regalo.
—¿Y tú? ¿A quién se lo vas a regalar? —indaga Julieta al percibir a Tatiana escribiendo un leve mensaje.
Leo por encima lo que dice:
Para la persona más genial, hermosa y valiosa del mundo. Espero que sonrías todos los días de tu vida, sabes que SIEMPRE estaré ahí para ti, incluso cuando nadie más lo esté. Te amo, por favor recuérdalo.
Sonrío espontáneamente. ¿Lo pondrá para mí?
—Bueno, me cansé de que cada vez que vengan a entregar los dulces nombren a todos en el salón, menos a mí —explica calmada mientras dobla el papel a la mitad para colocar el nombre del destinatario—. Así que me lo voy a regalar yo —sonríe un poco avergonzada.
—Es una gran idea —le da la razón con una mirada que transmite orgullo—. ¿Si tú no te amas, entonces quién lo hará?
—Exacto.
No es una idea millonaria, de hecho, roza los niveles de ridiculez. Pero capto el mensaje de auto-aceptación, amor propio, autoestima, o como le quieran decir. Por esa razón no me decepciona que el regalo no sea para mí. Tati la pasó muy mal con el tema de la belleza exterior, ahora se está comenzando a amar de a poquito. Y es verdad, ella estará para sí misma incluso cuando nadie lo esté. ¿Por qué luchar contra ella cuando es la única incondicional?
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Hasta que llegó Amberly
Teen Fiction"Eres un hijo de puta por ilusionarla" "¿Para qué la besabas si no la querías a tu lado?" "La lastimaste por puro capricho" "Se suponía que era tu mejor amiga, te tendrían que importar sus sentimientos"; acusaban las filosas lenguas que se enteraban...