Gabriel, aniñado, dulce y encantador.
Joshua, sereno, inteligente y místico.
Miguel, fuerte, varonil y romántico.
Lucifer, atractivo, galán y... Peligroso.
Cuatro misteriosos chicos, que estarán dispuestos a todo, por poseer el alma de la mujer que...
Aviso: Este capítulo contiene escenas de contenido sexual, puede herir la sensibilidad.
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Mis pasos son lentos, siento como si la carga del pasado hiciese todas sus fuerzas por hundir mis hombros contra el suelo y enterrarme viva.
''Desesperación''
Sí, a veces, se dice que estamos desesperados cuando nos encontramos en un estado de nervios absolutos, llenos de ira, enfado, impulsividad, remordimientos y todo tipo de sentimientos negativos.
Pero en realidad, el significado correcto es muy simple, des - esperanza. No hay esperanza para seguir viviendo.
Así me siento en este instante, el dolor sentido con anterioridad en la iglesia ha sido tan abismal que ha logrado aniquilar todo anhelo en mi alma, toda ilusión, todo sueño.
No queda nada, solo un desierto árido lleno de recuerdos, de lo que hubiese podido ser si papá no hubiese fallecido en aquel accidente, si mi madre no estuviera enferma.
''Son solo suicidios después de todo''
Mis ojos se abrieron sorpresivos quedándome pasmada en mitad del pasillo.
Habían sido ellos...¿eh?
Castigo y sentencia.
La desesperación fue el castigo que logró el suicidio de estos casos recientes, y estaba segura de que Joshua, Miguel, Gabriel y Lucifer, los hermanos endemoniados, estaban detrás de ello.
Pero, ¿qué tenían que ver ellos con la iglesia? ¿Por qué iban vestidos con largas túnicas negras? y sobre todo, ¿cómo hacían para lograr esas torturas mentales? ¿cómo consiguió Uriel crear la cicatriz de una cruz en mi mano?
Demasiadas preguntas, a las que encontraría respuesta.
Mi corazón comienza a bombear sangre, mi mente vuelve a vislumbrar la claridad entre las tinieblas, mi desesperación amaina porque ahora tengo un nuevo objetivo, desvelar los misterios de Villa Oscura.
Aunque me cueste la vida, voy a llegar hasta el final de todo esto.
Mis pasos van volviéndose más seguros, a la vez que mi mentón se alza en un acto de valentía, ellos no podrán conmigo.
Nada ni nadie había podido.
Yo era una mujer llena de pecados, secretos y muchas cosas que ocultar. Sí, lo era, pero no me avergonzaba, porque todo fue por pura supervivencia.
Y eso, tan solo alimentaba mi ego y mi orgullo.
Abro la puerta del aula cuando justamente suenan las campanadas del instituto, aquí no hay sirenas como en los institutos normales.
