24 || La mansión ||

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Las nubes hacen que el frío sea más intenso de lo que ya era, el sol ha desaparecido por completo, no se ve ni un alma por la calle, exceptuando a una mujer sentada en la plaza dando de comer a unas palomas

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Las nubes hacen que el frío sea más intenso de lo que ya era, el sol ha desaparecido por completo, no se ve ni un alma por la calle, exceptuando a una mujer sentada en la plaza dando de comer a unas palomas.

Sus piernas se ven adoloridas, de vez en cuando estornuda y toce, aun así, no abandona su labor de alimentar a dichas aves, es como si el sentido de su vida se volcase en ello.

Quizás no tenga a nadie más.

La imagen me entristece.

—Sara.

Me giro rápidamente, María me mira con una sonrisa en el rostro, lleva una gabardina negra que le cubre hasta las rodillas, medias de rejillas y tacones altos, su pelo suelto y los labios, como siempre, rojos.

—Hola, María.

Esperaba a uno de los hermanos, y la verdad es que ser recibida por ella me calma los nervios, es con quien más tranquila me siento.

—¿Estás bien?—Se preocupa al ver mis ojos acuosos.

Asiento aspirando con la nariz, estoy moqueando.

—Solo me he emocionado al ver a esa mujer tan sola.

—¿Qué mujer?

Me doy la vuelta y no hay nadie, miro hacia un lado y otro, es imposible que se haya ido tan rápido.

Las palomas siguen allí alimentándose de las migas de pan.

Entonces, un rayo deslumbra mis ojos, ¿es un rayo de sol?

Ambas ponemos la mano sobre nuestros rostros, alzando la mirada, las nubes se abren paso permitiendo que una columna de luz ascienda, miles de motas de luz suben por ella, brillando resplandecientes.

—Wao...—Me quedo embobada, es lo más hermoso que he visto.

—Bonito, ¿verdad?

—¿Qué es, María?

—El ascenso de un alma hacia el reino de los cielos.

Por un momento imagino que es la señora, avanzando por una escalera dorada, con una sonrisa plasmada en su expresión al reunirse con todos sus seres queridos, ya no le dolerán las piernas, y no tendrá que pasar frío en la oscuridad de una plazoleta abandonada siendo acompañada únicamente por palomas.

—¿Allí estará mi papá?

—Y tu mamá.

La luz desaparece, a lo que la sensación candente se desvanece por completo.

—Yo no estoy preparada para quedarme sola, María.

—No estarás sola, estarás con nosotros, y ellos, tus padres, te esperarán allí arriba.

Ángel Caído✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora