10 ||Lluvia||

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La alarma suena, mis ojos se abren y al momento mi cuerpo se encoge bajo las sábanas, el amanecer de hoy está tan oscuro que dudo que el sol vaya a salir.

Mis pies tocan el frío suelo, se oyen aullidos a lo lejos, ¿lobos? ¿en Villa Oscura hay lobos? ¿o son otro tipo de bestias quizás? Eso no me tranquiliza.

Me asomo a la ventana, esos malditos cuervos siguen ahí, posados en el árbol junto a la farola, mirando nuestra casa fijamente.

Un ligero aroma a café llega a mi nariz, por lo que intuyo que mamá y la prima Ágata ya andan despiertas, decido comenzar a vestirme.

Entonces, recuerdo su petición.

''Sin ropa interior''.

Mis mejillas se ruborizan, quiero ponérmela y desafiarle, pero temo que el siguiente castigo me supere.

Su cortesía y educación superó mis expectativas, suponía que los hermanos ''celestiales'' no eran como los chicos normales, los cuales estaban desesperados por meter mano y liarse con la primera chica que encontrasen a la primera oportunidad.

Aún así... ¿Quería yo algo con Lucifer?  No estaba del todo segura.

¿Y si Lucifer y Madeleine eran novios quizás?

¿Y Miguel? Era muy guapo, seguro estaba con alguna chica bonita, si...sería extraño que estuviese soltero un hombre como él.

No importaba, yo no podía entretenerme en fantasías con esos extraños hermanos, pues mi único objetivo era averiguar que se escondía detrás de todo esto.

Si Lucifer me intimidaba por su presencia oscura, Joshua, Miguel y Gabriel me intrigaban aun más, pues en mi parecer, Lucifer era el único que se mostraba tal cual era, diabólico.

Los demás ocultaban una faceta tal vez tan temible como la del líder de los hermanos.

Recuerdo entonces el lugar al que Miguel y Joshua me llevaron, aquella simbología satánica, los órganos putrefactos en tarros de cristal, la presencia maligna que se palpaba en la atmósfera y él, sentado sobre aquel sillón rojo, como el mismísimo rey de todos los infiernos.

¿Que se cuece detrás de todo esto?

Decido aceptar el maldito desafío, quitándome toda la ropa interior para vestir el uniforme de una vez por todas, tras desayunar algo rápido, lavarme la cara, cepillar mis dientes y peinarme, me lio la bufanda al cuello dispuesta a salir.

Solo he aceptado por dos motivos.  No quiero otro castigo, ese es el primero.

Tengo la idiota esperanza de que el Delacroix más odioso, sea quien venga a comprobar si he cumplido.

—Cariño, ten cuidado, el día hoy está oscuro.—Comenta mamá.

—Si sientes miedo, reza.— Añade la prima.

—¿Sirve eso de algo?

Ella sonríe.

—Claro, a veces cuando paseo por las calles me noto observada y siento escalofríos, entonces empiezo a orar y todo pasa, Dios siempre ayuda a los que creen en él, hija mía.

Si al menos supiese rezar...

—Vale, gracias.—Acepto el consejo sin más, sabiendo que me es completamente inútil.

Salgo de casa notando el viento colarse por debajo de la falda, las medias solo llegan hasta las rodillas y me estoy congelando.

Nota mental: Comprar leotardos.

Ángel Caído✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora