Gabriel, aniñado, dulce y encantador.
Joshua, sereno, inteligente y místico.
Miguel, fuerte, varonil y romántico.
Lucifer, atractivo, galán y... Peligroso.
Cuatro misteriosos chicos, que estarán dispuestos a todo, por poseer el alma de la mujer que...
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Mis pies descalzos caminan por la hierba fresca, huele a azahar, la flor del naranjo.
Se ven algunas casas a los lejos, de estilo medieval, hay niños corriendo detrás de conejos y ardillas, se ríen a boca abierta.
El frescor mece mis mejillas, mi cabello y mi vestido blanco.
¿Estoy en el cielo?
Grandes cortinas aparecen, ocultando nubes esponjosas y enormes en las que las almas se reúnen, algunas para hablar de temas de intereses, otras para jugar a juegos de mesa, tocar música, o simplemente darse besitos.
Todo el mundo parece feliz aquí.
Llego a lo que parece un lago, a su orilla, hay hombre con un sombrero marrón , está pescando.
Me acerco con intención de preguntarle por mi ubicación exacta cuando él se gira y entonces, una sonrisa brota en mis labios, lanzándome a sus brazos.
—¡PAPÁ!
—Hija, sabía que lo conseguirías.
Lloramos juntos, nos abrazamos, nos damos consuelo y ánimos, hablamos de mamá y nos sentamos en la orilla a descansar, observando el sol ponerse, es un atardecer maravilloso.
— No sabía que en el cielo también hubiesen días y noches.
Él se ríe.
—Estoy muy feliz por tu madre.
—Y yo.—Asiento.—Por cierto...¿qué hay de tu consejo? ''si no puedes con el enemigo, aliate a él''—Suelto una risotada sonora.— ¡Casi la lío al querer acercarme a Moloch!
Él se queda en silencio, mirándome con nostalgia.
—Tu enemigo no era Moloch, Sara.
Alzo una ceja.
—¿Lucifer?
Niega.
—¿Quién?
—Dios.
Doy una gran bocanada de aire, soltando todo el oxígeno que me queda dentro, incluso ya dos veces muerta sigo respirando, que cosas...
—¿Cómo Dios?
—Nunca creíste en él, le negaste la existencia y la entrada a tu vida, le culpaste de todo lo malo cuanto te pasó y no fue hasta el último momento que...
—Te refieres al bautismo, querías que me bautizara para...
—Para que ascendieras y estuvieses aquí, conmigo.—Su mano acaricia mi hombro.—A salvo del mal.
—Pero si lo hubiese hecho en aquel momento, no habría podido invocar a los jinetes, no hubiese podido ayudar a Miguel y quizás ahora Lucifer seguiría haciendo de las suyas.
