Gabriel, aniñado, dulce y encantador.
Joshua, sereno, inteligente y místico.
Miguel, fuerte, varonil y romántico.
Lucifer, atractivo, galán y... Peligroso.
Cuatro misteriosos chicos, que estarán dispuestos a todo, por poseer el alma de la mujer que...
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—¿Hola?— Me llevo rápidamente el teléfono móvil al oído.
—¿Sara Sánchez?
Hay unas interferencias muy extrañas.
—Sí, disculpe, no le oigo bien.
—Yo tampoco, es como si no tuvieses cobertura.
Observo la pantalla del móvil, según el aparato, está a tope.
—Pues...no sé.—Me intento levantar, el tobillo me duele, me quejo.
—¿Se encuentra bien, señorita?
—Sí, sí, dígame, ¿cuándo podrá venir Doctor García?
Cuando supe toda la verdad sobre aquel maldito viejo, le conté a mamá que debíamos pedir una segunda opinión, ella se negó.
Insiste en que nuestros ahorros deben ser para mis estudios y mi futuro, y no malgastados en una enfermedad que según ella ya no tiene cura.
Pero yo no quiero un futuro sabiendo que pude haber hecho más de lo que hice por ella.
Así que, a escondidas, he ido contactando con médicos, todos me han rechazado cuando les he contado mi situación, el Doctor García ha sido el único que ha accedido a un pago a plazos.
—Verá, señorita, es que he seguido las instrucciones que me ha dado y...
—¿Y?
—Estoy en mitad de la nada, ese pueblo, no existe.
Arrugo el ceño.
—¿Cómo no va a existir?—Me río nerviosa.—Mi madre y yo viajamos hace poco hasta aquí, vinimos por la A-40, la entrada está justamente en el kilómetro 0.
—Kilómetro 0, es justamente donde estoy, y no hay nada, solo más y más carretera desértica, si continúo llego a la ciudad, he preguntado a todo el que he encontrado, pero nadie conoce ese tal pueblo, Villa Oscura, ¿estás segura de que no estás confundida, muchacha?
Mi teléfono resbala de entre mis dedos, cayendo sobre el colchón.
—¿Señorita? ¿Sigue ahí?—Niego, ¿qué está pasando?, las interferencias comienzan a tragarse la voz del Doctor García, hasta que la llamada se corta y mi teléfono queda en silencio sobre el colchón.
Mi madre vivió aquí.
Fue y vino muchas veces de este pueblo.
¿Por qué ahora es como si estuviese en otra dimensión?
Algo no encaja en todo esto.
La prima Ágata puede tener respuestas.
Intento ponerme en pie, volviendo a quejarme, mamá me escucha, parece estar mejor, pues entra en mi habitación con un caminar lento pero estable.
