Gabriel, aniñado, dulce y encantador.
Joshua, sereno, inteligente y místico.
Miguel, fuerte, varonil y romántico.
Lucifer, atractivo, galán y... Peligroso.
Cuatro misteriosos chicos, que estarán dispuestos a todo, por poseer el alma de la mujer que...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La mano de Lucifer sostiene mi cintura, noto como sus dedos arden sobre mi piel.
No sé que tan poderoso pueda ser Moloch Ball, pero Lucifer alberga una oscuridad infernal en su interior, lo sé, puedo sentirlo.
—Esta es la habitación de Gabriel, esa de ahí, es de Joshua, aquí está la mia.—Me guiña un ojo.—Ven siempre que quieras y si es de noche, mejor.
Desbío la mirada incómoda, él se da cuenta, pero no dice nada.
Seguimos caminando por el enorme pasillo, la luz es tenue por las velas, la decoración exquisita, sigo preguntándome como haré para limpiar tanto, al menos contaré con la ayuda de Petter, supongo.
Pero, ¿dónde está la habitación de Miguel?
—Por favor.—Se hace a un lado, dándome paso en primer lugar, llegamos a un comedor propio de banquetes y bodas, la mesa es tan larga que parece infinita, hay una vajilla de porcelana sobre ella, brillante como si fuese el primer día de su uso.—Aquí nos reunimos para comer, nuestro horario de cena es a las nueve en punto.
—¿Qué comen los ángeles?—Pregunto intrigada.
—Bueno, nuestro alimento vital es la adoración de los humanos , cuanta más fe nos tienen, más fuertes somos, digamos que esa es nuestra ''comida'', no obstante, cada vez estamos más habituados a los placeres mundanos, a mis hermanos les encanta comer por el simple hecho de saborear ciertos platos, algunos más que otros.
—¿Y dormís? ¿Sentís sueño?
Sonríe, tomando una copa vacía para acariciar el borde, suena una pequeña nota melodiosa, es un artista musical.
—No, pero nos gusta meditar, es nuestra forma de conectar con Dios, a eso lo llamamos dormir.
—Oh, suena bien.
—Tan desinteresada.—Se cruza de brazos, riéndose.— ¿Qué tengo que hacer para conquistarte, Sara?
Niego.
—Eso es imposible, yo no creo en el amor.
—Muy bien, ya somos dos, ¿nos hace eso más compatibles?
—Lo dudo.
—¿Ah sí?— Arquea una ceja, sacando una nota doblada del interior del bolsillo de su pantalón.— ¿Y si te dijera que yo puedo hacer todos tus deseos realidad, Sara? Soy el único que puede, si nos aliásemos...
—Mi único deseo es que mamá esté bien.
—Por supuesto.—Se adelanta a decir, abriendo el folio para mostrármelo , es el trabajo que hice en la clase de Uriel Delacroix.— Darías tu alma al diablo ¿no es así?