Gabriel, aniñado, dulce y encantador.
Joshua, sereno, inteligente y místico.
Miguel, fuerte, varonil y romántico.
Lucifer, atractivo, galán y... Peligroso.
Cuatro misteriosos chicos, que estarán dispuestos a todo, por poseer el alma de la mujer que...
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Las campanas comienzan a tocar, estoy justo entrando por la puerta de la clase, Uriel me mira con desaprobación, más al contemplar mi estado de salud (coja), el enfado desaparece de su expresión.
—¿Un accidente, Sara?
—Ajá.
Como si no lo supiera.
Voy cojeando hasta mi silla, en la que me siento dejando caer el culo, dejo las muletas apoyadas a un lado, solo se oye el ruido que hago mientras forcejeo con la mochila, tratando de sacar las cosas, Uriel me mira con impaciencia.
Que se joda.
—¿Podemos empezar la clase ya?—Inquiere con cierta arrogancia, yo asiento, sin decir ni mú.
Me cuesta concentrarme en lo que él nos enseña, es como si esto no tuviese sentido, como si aprobar los exámenes no me condujese a nada, ellos nos estaban poniendo a prueba de alguna forma, en algún sentido, estaba segura de que toda la materia les importaba poco. Este lugar tenía un trasfondo mucho más oscuro, y si no iba a poder salir de aquí jamás, ¿qué mas daba salir con la preparatoria de la universidad? estaba segura de que esa posibilidad ya no contaba para mí.
Pero no me iba a estar preocupando por el futuro cuando ni siquiera tenía resuelto el presente, saber dónde nos habíamos metido mamá y yo, y qué estaba pasando, era mi prioridad.
Después, ya tendría tiempo de lamentarme por lo demás.
Uriel Delacroix menciona un examen sorpresa, no estamos en sociales, sino en tutoría.
Todo el mundo comienza a guardar las cosas, dejando en la mesa tan solo un lápiz y goma, él se acerca poniendo un folio en blanco en cada una de nuestras mesas.
—Comienzas a trabajar esta tarde, Sara.— Murmura en voz baja.—A las cinco en la puerta de la iglesia.
Necesito el trabajo tanto como el aire para respirar, pero...
—¿Cree usted que podré defenderme así? —Cuestiono con preocupación.
—Joshua se encargará de eso.— Sonríe con complicidad y entonces recuerdo la conversación de Miguel y Lucifer.
¿Podrá Joshua sanar a mamá? Tengo que hablar con él sobre eso, aunque ya sé lo que piensa, su Dios a elegido que ella debe morir, y no va a hacer nada.
Resoplo.
Maldito Dios.
—A las cinco estaré allí entonces.
—¿Ya le has contado a tu madre que vas a trabajar como interna? No volverás a casa en las noches, Sara.
Trago saliva, no le he mencionado nada al respecto.