2 || Los hermanos ||

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Al terminar la clase, no me atrevo ni a moverme de la silla, el profesor de sociales, Uriel, abandona el aula caminando con particular elegancia y entereza, no se siente mínimamente preocupado por lo que me ha hecho

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Al terminar la clase, no me atrevo ni a moverme de la silla, el profesor de sociales, Uriel, abandona el aula caminando con particular elegancia y entereza, no se siente mínimamente preocupado por lo que me ha hecho.

Porque ha sido él, ¿cierto?

—Ps... ps...—Llamo al chico que está sentado delante de mí, sus ojeras vuelven a mirarme.—¿Qué rayos ha sido esto?—Señalo a la cruz cicatrizada en mi mano.

Aun duele.

—Castigo.—Murmura en voz baja, como si tan solo el hecho de estar hablando conmigo resultase espeluznante, ¿por qué me tenía tanto miedo?

—¿Por sacar los libros diez segundos más tarde?—Cuestiono en voz baja y él permanece inquieto.

—No deberías hacer tantas preguntas.—Una chica de cabello rubio y largo hasta el final de la espalda finge estar sacando punta a un lápiz, en la papelera que está justo detrás de mi.—No serías la primera a la que le cortarían la lengua.—Comenta, marchándose con su grácil caminar y su postura perfecta.

Parecen maniquíes, más que alumnos.

Me doy cuenta entonces de algo, nadie lleva un botón desabrochado, ni un pliegue en el uniforme arrugado, todos los zapatos se muestran brillantes, como recién barnizados, las corbatas de los chicos anudadas a la perfección, los lazos de las chicas... qué decir, perfectos.

Me observo a mí misma dándome cuenta de que soy la única en parecer un desastre.

No tenemos plancha en casa, recién nos hemos mudado, los lazos no son lo mío, mi pelo es tan alborotado que cuesta mantenerlo a ralla...

''Aprenderás''

La voz de Uriel en mi mente me hace sentir nuevamente escalofríos.

El profesor de tecnología  llega, un hombre mayor, de gran calva en la coronilla y hablar desinquieto, tartamudea sin parar.

La clase, al menos, se me hace más amena.

Cuando la sirena del descanso suena, tengo la necesidad de ir al baño unos segundos, entonces me levanto a lo que dos chicos se interponen en mi camino.

—¿Disculpad?—Cuestiono, son gemelos, de cabello negro, espeso, rostros pálidos y labios rojizos.

—No has colocado bien tu silla.—Dicen al unísono, alzando una mano para señalar a mi pupitre. Todas las sillas están alineadas con sus mesas y yo soy la única que la ha dejado torcida.

Tanta perfección me crispa los nervios.

Veo entonces que hay una cruz marcada en cada lado derecho del cuello de ambos hermanos.Los gemelos Gutierrez. Luis y Alberto Gutierrez.

Sus dedos se mantienen señalando hacia mi pupitre hasta que lo dejo lo más parecido posible a todos los demás asientos, entonces ellos se miran y con un gesto de conformidad se dan la vuelta y se marchan.

Ángel Caído✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora