22; Primero pasos, un poco pendejos.

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Kanda Yuu se detuvo.

Simplemente se quedó allí, de pie, con la mano en la puerta y los ojos muy abiertos. Sentía que la carpeta se le resbalaba, pero... Simplemente, Kanda Yuu se detuvo.

Anonadado.

—¿Qué...?

Y el chico elevó la mirada, sonriendo como si no se hubieran visto en años, como si no quisieran regresar a la vida que tenían antes de conocerse.

Estaba confundido.

—¡Hasta que apareces, Bakanda! —saludó, poniéndose muchísimo más cómodo— En serio, compañero, me comenzaba a aburrir de esperarte. ¿Qué demonios estabas haciendo?

Pues...

—Estaba en una reunión... —frunció el ceño, lentamente, incapaz de entender muchas cosas— Pero, ¿por qué demonios tendría que decirte?

—Ya lo hiciste.

—¿Por qué demonios preguntas?

—Porque me interesa.

—¿Y por qué...?

Walker rodó los ojos.

Bien.

Kanda se calmó, retomando sus acciones casi olvidadas e ingresando definitivamente a la habitación. Por un momento, agradeció la ausencia de los demás miembros del Consejo. Ni siquiera quería imaginar la expresión en los rostros de su vicepresidenta o su secretario.

Menudas molestias estaban hechos, especialmente la señorita Lee.

Con pasos firmes, y quizás un poco molestos, se acercó hacia su escritorio. Golpeó la carpeta contra la mesa y miró fijamente hacia su, ahora castaño, irritante compañero de habitación.

¿Quién demonios le había dejado entrar? Se había encargado de cerrar con llave antes de irse a...

¿Puede ser que...?

No.

Imposible.

Se negaba a creerlo.

Alma jamás lo traicionaría.

Él sabía que odiaba a Walker.

No conspiraría.

Pero si eso era obra suya...

Mataría a Lavi.

Que de todos modos le tenía ganas.

Mira que ser tan desgraciado como para compartir habitación con Alma.

Ese pelirrojo estaba muertísimo.

Definitivo.

—¿Cómo entraste?

—La puerta estaba abierta.

—Esa es la mentira más asquerosa que he escuchado.

Allen rodó los ojos, reclinándose en su asiento y cruzando sus brazos con completa naturalidad. Como si no se encontrase tan o más molesto que el otro. Ni siquiera entendía el nuevo plan. ¿Siquiera era necesario?

Según Narein y el niño de la cicatriz, sí.

Era necesario.

Par de raros.

—Bien, le pedí al conserje que me abriera —confesó, a medias—. No te sulfures tanto, vengo en son de paz.

—Como el maldito alienígena que dejó a Lavi en la tierra —farfulló, haciendo al británico arquear una ceja—. Vienes a joderme la vida, sé serio. ¿Qué estás planeando ahora? No me importa lo que le hagas a mi cabello, deberías haber aprendido que el único que siempre saldrá perdiendo eres tú.

Drama familiar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora