35; Confesiones malentendidas.

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Existía una mezcla de sentimientos intoxicante que Allen había vivido una sola vez a lo largo de su vida. Enamorarse.

La primera y única vez que vivió la experiencia, tenía poco más de doce años. Si bien en un principio no estaba muy claro sobre el punto de sus sentimientos, de alguna manera se las arregló en el tiempo siguiente para conseguir que aquella chica fuera suya.

Su novia, a quien amo como un idiota hasta que la emoción fue menguando y todo acabó con ella engañándolo con otro. Aquel día, cuando salió con Dero a hacer la compra y la vio besando a ese rubio de mierda, debía admitir que más que un corazón roto se vio atrapado en una epifanía.

Fue allí donde notó que ya no la amaba, su molestia por la chica radicaba en el engaño, ellos fueron amigos antes que novios. Si le gustaba alguien más, ¿no era más sencillo decirle y terminar? Era mejor que tener un maldito amante.

Las cosas entre ellos terminaron muy mal, así que entre ese asunto y la presión de vivir su crisis amorosa decidió huir a la Orden Oscura. Narein había planteado el asunto antes, una transferencia para darle la oportunidad de convivir con otras personas y en un principio no lo pensó mucho, tenía una vida en Inglaterra.

¿Para qué lo dejaría todo e iría hacia Asia? Peor aún, ¿un internado?

Luego de eso, cuando el asunto con su novia se dio y su mente estuvo iluminada, se dio cuenta de que un internado era mucho mejor que el psiquiátrico donde habitaba.

Así que, consiguió el permiso, hizo sus maletas y se fue a la mierda.

El plan era vivir un poco, aclimatarse, estar con Narein, molestar a Wis y Sheryl, distraerse. Su objetivo era dejar de lado los matices dispersos de sus sentimientos y olvidar lo desagradable de su primera experiencia amorosa.

Entonces... ¿Cómo acabó en esa situación?

Allen apoyó la barbilla en su palma, dedicando lánguidas miradas hacia su mayor. Kanda se encontraba frente a él, sumido en la revisión de algunos informes que algún docente irresponsable había cedido para que él revisara.

Luego de casi una semana de castigo, Walker llegó a la conclusión de que adivinar los sentimientos de una persona como Kanda Yuu era más complicado que leer la mente de Dero.

A veces frío, a veces caliente. ¿Cómo debería saber cuándo ese hombre se sentía atraído hacia alguien? Sus sospechas de que el amor hacia Alma fue su malentendido, era algo que no dejaba de existir, pero tampoco tenía pruebas de lo contrario.

En contraste con cualquier otra persona, Alma Karma recibía siempre un trato tibio. Ni muy interesado, ni muy descuidado. Kanda cuidaba del chico como lo cuidaría una persona normal, un gran contraste con el trato que incluso Lenalee llegaba a tener de su parte.

Así que no estaba seguro, tampoco podía contar con Narein y Wis para esto, ese par esta a metido en algo y no quería saber. Si tuviera que recurrir a alguien, quizá Sheryl sería útil.

Era experto en relaciones, pero pedirle un consejo era... Absurdo. Nunca pasaría.

Así que, allí estaba él, atrapado con Yuu en una habitación cerrada, solos. Los sonidos pacíficos del exterior entraban por la ventana abierta de la sala del Consejo, la luz del sol iluminaba al presi Kanda en un aura dorada que agregaba a su atractiva persona un matiz inmortal.

Parecía Lucifer salido del infierno para tentar a los humanos. ¿No se decía que él fue el ángel más hermoso del cielo? ¿Quién aseguraba que Kanda no era él?

Malvado, con aura pecaminosa y una belleza excepcional. Las posibilidades eran infinitas.

Entrecerró los ojos, todavía mirando fijamente al chico, quien pareció no poder soportar más su escrutinio y le dedicó un ceño fruncido que atenuo la inmortalidad de sus facciones.

Drama familiar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora