Epílogo

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Decidieron que se tomarían unos días libres como familia antes de que Hope comenzara la Universidad. Olivia dejó, sólo por el fin de semana, a Fin al mando de la Unidad. Pasaría esos días con Elliot, Hope y Gracie en la casa de la playa, aunque Bernie ya no estaba disfrutaban de alejarse un poco de la rutina y la ciudad en ese lugar.

La tarde del sábado, la morena bajó de la habitación a la sala en busca de Elliot pero sólo encontró a Hope y Gracie merendando mientras miraban su película favorita.

—¿Has visto a tu padre? —preguntó a su hija mientras le quitaba algunas cerezas de su pote.

—¡Oye! No te las comas todas —llevó una a su boca— no lo he visto.

—Creo que salió hace un rato tía —respondió Gracie.

—Gracias. Iré a caminar, se portan bien ¿de acuerdo? —besó el pelo de ambas.

—Sí, adiós mamá.

Olivia salió hacia la playa y comenzó a caminar pensando en todas las cosas que había vivido en su vida y todas las que aún quedarían por vivir. Era maravillosamente extraño y loco el estar vivo, pasar por el infierno y salir convertida en una mujer fuerte que después de todo, estaba viviendo la vida que alguna vez había soñado.

¿Cómo había llegado al mundo? ¿Cómo había sido su infancia y adolescencia con su madre? ¿Cómo había sobrevivido al maltrato? ¿Cómo había sufrido el amor? ¿Qué hubiera sido de ella si no hubiese encontrado al hombre que estaba destinado para su vida, al que tanto amaba? Ese hombre que se había prohibido y al que se había negado porque supuestamente no era para ella. Porque supuestamente terminaría lastimada igual que con el resto. Sonrió. ¿Habría otro como él en el mundo? ¿Hubiese tenido una familia igual de hermosa? Estaba segura de que había elegido correctamente, no había alguien como Elliot en el mundo, su familia era toda su vida y no estaba arrepentida en absoluto de las decisiones que había tomado.

Su mundo empezaba y terminaba en ellos.

Caminó unos metros más hasta que pudo divisar a Elliot frente a ella, se quedó contemplándolo, como si fuera lo último que fuera a ver en su vida.

¿Su vida? ¿Su sueño? ¿Su muerte?

Él era todas las respuestas a esas preguntas.

Elliot sonrió al notar la presencia de Olivia, su corazón se agitó dentro de su pecho y agradeció una vez más, como todas las veces que la veía, que ella fuera la respuesta a todas sus súplicas. Ella era la respuesta que necesitaba en su vida, ella era esa luz que lo guiaba. Ella era todo lo que él amaba. Su principio y su fin.

—¿Te dije hoy lo hermosa que eres?

—Creo que hoy no.

—Eres hermosa y te amo.

—Te amo Ell.

Se besaron tiernamente y entrelazaron sus dedos.

Estaban sentados sobre la fría y húmeda arena, diminutas gotas saladas mojaban sus rostros cada vez que las olas golpeaban contra las rocas, sus manos entrelazadas, sus pies jugando con la arena, el calor de sus cuerpos al rozarse, la fragancia a jazmín y coco que inundaba el aire cada vez que se encontraban tan juntos y tan cerca. La combinación de jazmín y coco que flotaba en el aire cada vez que estaban cerca, como había sido desde la primera vez que se habían visto en el parque Riverstone, como había sido en el primer operativo que llevaron a cabo juntos, como había sido cuando se emborracharon por primera vez en el bar que habituaban ir después de un caso pesado, como había sido cuando ella declaró su amor mientras la sangre de él se escapaba entre sus dedos por el disparo que había recibido, la vez que él le declaró su amor en un banco del parque, la vez que ambos decidieron estar juntos a pesar de que Kathy quisiera separarlos envenenando a Olivia, la vez que decidieron adoptar a Calvin, la inolvidable vez que se casaron y se juraron amor eterno, la vez en la cual ambos se enteraron de que iban a ser padres, la dolorosa vez que sus cuerpos volvieron a estar cerca después de haber estado secuestrados por un psicópata, la vez que su niña vino al mundo, el olor a jazmín y coco que flotaba en el aire cada vez que hacían el amor y cada vez que estaban sentados uno junto al otro en la playa mirando el mar, esa fragancia que sería suya por el resto de sus días, la fragancia de sus cuerpos, de sus corazones, de sus almas acariciándose, sintiéndose, amándose.

Jazmín y coco. 

Olivia y Elliot.

La combinación que flotaría en el aire incluso cuando sus cuerpos y sus almas ya no estuvieran en el mundo porque estaban destinados a amarse incluso después de la muerte, más allá del resto de sus días.

Te amaré el resto de mis díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora