Capítulo 74

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Había transcurrido una semana desde que Cragen había salido de la Unidad y Olivia había ocupado su lugar. Ya todos en el precinto la reconocían como la Sargento al mando de Víctimas Especiales, la cual sería mamá de una niña. Esa última noticia corrió rápido entre los policías, sobre todo al tratarse de su nueva jefa.

Tanto Elliot como Olivia habían tenido que hacer cambios, ajustarse a los nuevos horarios de trabajo y combinarlos con los del terapeuta y el club de baloncesto de Calvin. Él por su parte no había hablado con Megan acerca de la pelea ocurrida semanas atrás, su relación estaba un poco mejor pero la tensión no se iría hasta que fueran sinceros el uno con el otro, o quizá la tensión aumentaría luego de que el chico dijera lo que realmente sentía. La mañana del jueves despertó asustado por el ruido de un vaso al estrellarse contra el suelo, bajó las escaleras y vio a su madre tratando dificultosamente de levantar los trozos.

—Deja que yo lo haga.

—¡Yo puedo! —protestó de mala manera.

—Está bien, yo lo hago —dijo dulcemente tomando sus manos y ayudándola a incorporarse.

—Gracias hijo —tomó una respiración profunda y contó hasta diez— lo lamento. No vayas a cortarte por favor.

—No lo haré mamá, tranquila —rió— no tengo cinco años.

—Lo sé —pasó la mano por su cabello— qué estúpida —dijo para sí misma.

—Es solo un vaso.

Ella no dijo nada más, se notaba a kilómetros el mal humor con el que había despertado.

—¿Y papá? —preguntó Cal barriendo los últimos pedazos de vidrio.

—Bañándose, salimos en quince minutos.

—De acuerdo —hizo una pausa y habló— hoy no iré al Club. Iré a ver a Megan, quiero pasar el día con ellas.

—Está bien, pero me avisas para llevarte hasta allí.

Calvin puso los ojos en blanco.

—No hace falta, iré en UBER.

—Te dije que me avises Calvin, no quiero que vayas en UBER o en taxi o en bicicleta —ordenó.

—¡Okay! Entonces me voy ahora —contestó subiendo las escaleras hacia su cuarto.

Los tres viajaron en completo silencio hasta el departamento de Amanda, Elliot sabía que su mujer había despertado con un humor terrible y aunque no sabía la razón exacta, sí sabía que no quería empeorar más las cosas.

El chico subió las escaleras y tocó a la puerta del departamento de su amiga, cuando Megan abrió no pudo evitar su expresión de sorpresa.

—Hola... —sonrió tímidamente— ¿Puedo pasar?

—Claro que sí, adelante —se hizo a un lado para dejar entrar a su amigo mientras trataba de recobrar la respiración, verlo parado en la puerta de su departamento después de unas semanas hizo saltar su corazón —Gracie aún duerme y mamá salió hace unos minutos ¿desayunaste?

—Aún no, larga historia.

—De acuerdo, aquí tienes leche con chocolate y algunas tostadas.

—Gracias.

Desayunaron en silencio hasta que Calvin habló, sabía que era en ese momento o nunca.

—Necesitamos hablar —soltó repentinamente.

—Lo sé, me cambio de ropa y vuelvo.

Él salió al balcón y apoyó sus brazos en la baranda mientras miraba hacia la ciudad, unos minutos después llegó ella y cerró la puerta de vidrio tras de sí, acomodándose junto a él en completo silencio.

Te amaré el resto de mis díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora