Capítulo 5

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Jesus Oviedo.
14 de Abril, Martes. 11.00
°
Ella continúa barriendo el suelo, cojo aire y me coloco mejor la americana.
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-Siento la caida de antes. -digo.
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Ella niega encojiendo sus hombros y agarra el recojedor intentando marcharse.
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-Señorita, pase a mi despacho. -digo serio.
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Ella se gira viendo un moratón en su brazo, cosa que me preocupa y entra a mi despacho. Entro detrás de ellas arrastrando el carrito de mi bebe y ella se mantiene tensa frente mi mesa.
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-Necesito hablar con usted. -comienzo a hablar.
-No me eche. -suplica.
-No, relajese, tome asiento. -digo amable.
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Se sienta, mi bebé vuelve a llorar y ella me mira tierna cuando la cojo entre mis brazos.
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-¿Su hija? -pregunta.
-Sí, mi pequeña cosita. -comento haciéndola sonreir.
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La callo, vuelvo a dejarla en el carrito y me siento frente ella.
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-Mi hija está enferma y mi mujer no puede hacerse cargo de ella... ¿Usted puede cuidarla en horario de mañana mientras yo no esté? Claramente, le pagaré todas las horas a un buen precio. -aseguro.
-Señor... Yo trabajo aquí por las mañanas. -dice.
-Venga por la tarde, yo le pago más. -insisto.
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Ella niega rotundamente, sonrio y me pongo en pie quitandome la americana.
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-Le pagaré más, gracias por ese favor pero ¿ha tratado antes con bebés? -pregunto.
-Sí, se me dan bien. -contesta.
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Se pone en pie, comienza a caminar hacia la puerta y mi voz la frena haciendo que gire.
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-No le haga caso al comentario de mi mujer. -susurro.
-Está casado, es su vida personal. -dice nerviosa.
-Lo del brazo ¿ha sido del choque de antes? -pregunto.
-Tal vez, supongo. -dice caminando hacia atrás.
-Le pido disculpas, mi hija había enfermado. -susurro acercandome más.
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Ella choca con la pared, coloco mi codo pegado a la pared sobre sus hombros y repaso el contorno de su rostro sin llegar a tocarla.
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-No dejo de pensar en usted. -susurro.
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Ella observa mi rostro desde esta corta distancia, muerdo mi labio observando esos dulces ojos verdes y cojo aire.
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-No voy a tocarla sin su consentimiento. -susurra.
-¿Mi... Consentimiento? -murmura.
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La bebé comienza a llorar, me aparto y ella sale del despacho de una mamera muy veloz.

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