07: Fotografías

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**Dedicado a MaluGeometrica, que es una dulzura. Espero que te guste cap, y que Andresito te robe un par de suspiros. 

—Había olvidado lo gracioso que eras —espetó Belén con sarcasmo

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—Había olvidado lo gracioso que eras —espetó Belén con sarcasmo.

Procedió a abrir la bolsa de regalo con cautela e incluso desconfianza, yo solo me quedé observándola desde mi rincón sin saber qué reacción esperar de su parte. Sacó el peluche con una mano, y lo estudió con sumo detenimiento por algunos segundos, inquietándome un poco. Su silencio me ponía cada vez más ansioso, haciéndome pensar que quizás era un regalo demasiado ridículo y debí haberle dado una caja de chocolates, o alguna otra cosa más ordinaria.

Después de lo que pareció una eternidad, ella soltó una carcajada. No supe si era una buena o una mala señal.

—¿Recuerdas el desastre que generamos por culpa de esa ardilla? —preguntó, levantándose de la cama y sosteniendo el peluche con ambas manos—. Me castigaron por semanas. Lo peor del caso es que la ardilla no pareció agradecida por nuestro cariño.

—Era una ardilla, ¿esperabas que te cantara una canción como le hacen a las princesas de Disney?

—Con no mordernos bastaba.

Quise darle la razón, yo todavía tenía la pequeña cicatriz en mi dedo pulgar.

Belén acomodó su nuevo peluche encima del escritorio, e intenté no sonreír.

—Gracias, Andrés —añadió, más serena y confiada esta vez, derrumbando los muros invisibles que tenía antes. Deseé poder hacer lo mismo, sin embargo, me resultó imposible.

Observé su habitación. Siempre podía verla desde mi ventana, pero la sensación de estar allí era extraña y desconocida, se sentía como pisar tierras prohibidas, aun cuando yo sabía que no era ella la que me impedía estar allí, sino yo mismo. Su techo era blanco y las paredes estaban pintadas de lila, decoradas con lucecillas amarillas, como si la navidad se hubiera instalado allí. Incluso todo en su habitación olía a su perfume de chocolate.

El espacio no era muy grande: después de la puerta estaba su clóset blanco, y del otro lado, un pequeño escritorio junto a la ventana, donde reposaban un par de libros y su computadora. La cama era individual y pequeña. También había una biblioteca chica en la cual guardaba novelas juveniles, incluida la nefasta colección de Crepúsculo.

Me concentré en una cartelera que estaba colgada encima de su escritorio, en la cual Belén había pegado fotografías: de ella, de su familia, de sus amigas del colegio, y... conmigo. En la esquina inferior derecha encontré tres fotos conmigo.

Reconocí la primera, fue en mi cumpleaños número diez. Era una fiesta de disfraces, así que yo estaba vestido como Thor y ella como Iron Man —nunca le gustó disfrazarse de princesa—. Ambos sonreíamos, abrazados, a la par que nos jalábamos el cabello simultáneamente. Nuestra relación siempre fue así: amor y odio al mismo tiempo.

En la segunda foto aparecíamos en una piscina inflable, ella con ocho años y yo con nueve. Belén estaba guindada de mi espalda, y en mis brazos estaba su hermanito, Augusto.

La tercera foto retrataba ese día. La tomamos con su celular frente al espejo del departamento de mi mamá, y ambos vestíamos el uniforme del colegio. Ella le sacaba la lengua a la cámara mientras ladeaba su cabeza en mi dirección. Yo rodeaba sus hombros con mi brazo y me reía de algún chiste posiblemente pésimo. Cuando sacamos esa foto, Belén recién había cumplido doce años.

Aquella había sido nuestra última foto juntos.

—Fue el día de los alfajores, ¿verdad? —murmuró. Habíamos pasado tantos minutos en silencio, que escuchar su voz me sobresaltó. La miré confundido y ella permaneció seria—. Ese fue el día que todo se fue a la mierda.

—Básicamente. —Me encogí de hombros.

Belén dio un par de pasos en mi dirección, perdida en sus pensamientos.

—¿Crees que en algún momento volveremos a ser así de cercanos? —inquirió con un tono de voz inofensivo.

No supe si lo preguntó por cinismo, o si de verdad era tan ingenua como para pensar que podríamos ser los amigos que una vez fuimos.

Me acerqué a ella sin dejar espacio entre nosotros. Mi mirada encerró la suya, tan azul e inocente como siempre había sido. A lo mejor la tomé por sorpresa, porque casi pude sentir su temperatura aumentar, así como noté el desconcierto de su mirada al saberme tan cerca.

Sonreí triunfal, y con mi dedo índice toqué la punta de su nariz, sintiendo su cálido aliento rozar la piel de mi mano.

—No —respondí, y me alejé de ella de inmediato.

Por buena obra del destino, el señor Aslan abrió la puerta en el momento exacto en el que mi rostro ya no estaba a pocos centímetros del de su hija. Nos examinó con una mirada suspicaz antes de hablar.

—Belén, ya tus amigas están aquí.

Sabiendo que mi inesperado tiempo a solas con ella se había agotado, esquivé la mirada de ambos cuando pedí permiso para retirarme de la habitación. 

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Holaaaa. ¿Les gustó este capítulo? Leo sus reacciones y teorías sobre lo que creen que pasó entre ellos dos.❤

Recuerden dejar su votito para que la vida les llene de alfajores. Y si no comen alfajores, pues, cualquier otro dulce. 

Graciaaaas de nuevo por leer. Los quiero.❤


Una sonrisa por alfajores © ✓ | (Watty 2019)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora