13: Hola, tú

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Dedicado a chandlerxcabello, que las bañará con agua bendita cuando el momento lo requiera (y sus mentes se salgan de control). Gracias por tus comentarios y apoyo. Que lo disfrutes, chiqui. 

Le dediqué una mirada larga e incrédula, hasta que el elevador se abrió finalmente

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Le dediqué una mirada larga e incrédula, hasta que el elevador se abrió finalmente. Él había pasado años sin interesarse por mis problemas, ¿por qué empezar a hacerlo justo ahora? Más importante: ¿por qué yo me había congelado ante su pregunta?

Cuando ambos salimos al pasillo, guardó las manos en sus bolsillos.

—Podías responder «en nada» y lo hubiera entendido —murmuró.

No supe porqué ese comentario me hizo sonreír.

—No sé si necesito ayuda, he ahí el detalle. De todas maneras te agradezco por preguntar. Nos vemos, Andrés.

Su cara de confusión fue casi poética, pero no me respondió. Ambos nos dimos la espalda y nos dirigimos a nuestros respectivos departamentos.

Vaya día de emociones confusas.

No me había dado cuenta de que tenía frío hasta que estuve en la sala de mi casa, donde todo se sintió cálido y en su lugar, incluso de la cocina provenía un dulce olor a galletas. Al primero que visualicé fue a papá, quien se estaba comiendo las galletas de dos en dos. No había quedaba de porqué había subido de peso. Ni siquiera su barba era capaz de cubrir su papada.

Del otro lado del sillón estaba mamá, con la bestia de mi hermano sobre sus piernas como si todavía tuviera cuatro años. Ella solo se reía y miraba a papá como si el mundo empezara y terminara con él, mientras que Augusto peleaba por su atención.

Los tres me miraron al mismo tiempo, y mi hermanito soltó una carcajada burlona cuando notó que estaba mojada.

—¿Qué te sucedió, cariño? —La mirada de mamá se tornó mucho más preocupada y luego miró su reloj—. ¿No deberías seguir en el Café a esta hora?

—Me despidieron.

—¿Por qué te despidieron? —preguntó papá, todavía con la boca llena.

Me encogí de hombros para restarle importancia.

—He estado muy distraída. Además, hoy peleé con un cliente y le vertí su café caliente encima.

—Mala calidad de atención al consumidor. Hay cosas que se heredan.

—Aslan, por favor —lo regañó mamá, con ese tono de voz que haría que él no hablara más por unos cuantos minutos. Después, me miró con condescendencia—. Algunos clientes lo merecen de vez en cuando, solo que no puedes ser tan impulsiva. ¿Quieres que hable con Diego?

Algo crujió en mi pecho y no supe qué fue. Creo que seguía sintiéndome pesarosa ante las mentiras y secretos de mamá. Pese a que había vivido con ello durante años, cada vez lo sentía como una carga más y más grande en mi espalda. Al mismo tiempo, una voz en mi interior me gritaba que no podía estar molesta con ella, porque como dijo la tía Cata, mamá había pasado por momentos muy duros en su vida.

Una sonrisa por alfajores © ✓ | (Watty 2019)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora