22: Importante

21.2K 3.1K 882
                                    

Dedicado a guasacacaysalsa, porque 1) extraño la guasacaca (es una salsa venezolana que usamos para las empanadas fritas, que es más rica que Andrés bañado en nutella), y 2) por el apoyo. ¡Que lo disfrutes!

 ¡Que lo disfrutes!❤

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Odiaba muchas cosas.

Odiaba perder en Counter Strike. Odiaba tener que salir del edificio todas las tardes para botar la basura en un contenedor asqueroso. Odiaba el sonido de la alarma en las mañanas. Odiaba no entender todo el contenido de mis clases. Odiaba no ser suficiente como para gustarle a las mujeres que llegaron a gustarme a mí. De nuevo: odiaba muchas cosas.

Pero no odiaba a mi papá.

Sin embargo, Dante Vitale sí despertaba malos sentimientos en mi interior, como la frustración causada por su abandono, o los celos que me producía ver a mi madre perder la cabeza y el corazón cuando él estaba cerca.

—¿Para qué viniste? Nadie te quiere aquí, nadie te necesita aquí. No nos interesa las cosas que tienes para decir. ¡No somos tu familia! —exclamé.

Estaba tan molesto que más allá de experimentar un incómodo calor en todas las partes de mi cuerpo, mis manos temblaban y sentí mi rostro contorsionarse. No quería verlo dentro de mi casa, sentado en mi mesa, acaparando la atención de mi familia, ni haciendo sentir mal a mi... a Belén.

—¡Andrés! —reprendió mi mamá, levantándose de su silla también. Mi nonna me miró con dolor, mientras que Dante parecía estupefacto ante mis palabras.

Por supuesto que Pía lo defendería, jamás pudo superar el tonto «amor» que sintió por él, si es que a eso se le podía llamar amor.

Mis padres se conocieron en un húmedo verano bonaerense y dadas sus personalidades tan peculiares, se adentraron en un romance intenso, de esos que son difíciles de narrar y que cualquier persona soñaría con tener.

Mientras que Pía siempre fue hermosa en su estado más natural, su personalidad llamativa y ruidosa captaba —y todavía lo hacía— la atención de todos los hombres a su alrededor. Pero la mejor característica de Pía no eran sus piernas largas, sus pechos firmes, o sus facciones estilizadas, sino la capacidad de dar amor con una sola mirada, y brindarle comprensión incluso a los hombres más abominables. Esa era mi mamá, alguien incapaz de odiar. Ni siquiera a Gennaro, un hombre que abandonó a mi nonna de una forma despiadada y cliché: por una mujercita más joven que después le dio dos hijos, y que más nunca quiso saber de su primogénita. Aun cuando mi nonna tenía el nombre de su exmarido prohibido en esta casa —y la de mis otros tíos—, Pía veía a su padre como alguien que cometió errores y confiaba que, cercano a sus últimos días, él se disculparía con las personas a las que lastimó.

Dante no era muy diferente. A veces yo creía que si mi padre tenía un animal espiritual, sería un unicornio. Algo bastante cursi, lleno de arcoíris y sueños. Nadie odiaba a los unicornios, de la misma manera en la que nadie odiaba a mi papá.

Una sonrisa por alfajores © ✓ | (Watty 2019)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora