42: Capricho

17.7K 2.8K 854
                                    

Dedicado a ailinfgodoy por todo su cariño, tanto acá como por redes sociales. Me alegra saber que te gusta tanto la historia. Disfruta el cap♥

Las manos de Andrés se posaban en mis caderas, mientras sus labios continuaban haciendo de las suyas: complicando mi cabeza y revolucionando mi corazón

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Las manos de Andrés se posaban en mis caderas, mientras sus labios continuaban haciendo de las suyas: complicando mi cabeza y revolucionando mi corazón.

Incluso cuando yo sabía que estábamos exponiéndonos de manera innecesaria en su habitación, era como si un magnetismo desconocido me impidiera alejarme de él.

Sus manos empezaron a bajar con suavidad hacia mis muslos y mis sentidos se agitaron, dificultándome respirar con normalidad y haciéndome sentir un cosquilleo en zonas indebidas de mi anatomía. Él se animó a separarse de mí algunos centímetros y dirigió su mirada hacia la ventana, tiempo que aproveché para contemplar su perfil. Disfruté cómo la tenue luz crepuscular iluminaba algunos de los mechones de cabello castaño que rodaban por su frente, y el tono achocolatado de sus ojos que algunos días transmitían la más fría de las indiferencias, y en otras ocasiones solo sabían mostrar afecto.

Me miró de nuevo, nervioso.

—¿Qué ocurre?

Me dio un piquito rápido en los labios.

—Bueno, fue lindo mientras duró —murmuró. Volvió a llevar sus manos a mis caderas, esta vez para quitarme de su regazo y ponerse de pie—. Ahora si me disculpas, saltaré por la ventana. Quizá me rompa todos los huesos, pero espero salir con vida.

Fruncí el ceño cuando él se recostó de la pared, como si quisiera guardar la mayor distancia posible.

—No estoy comprendiendo, Andrés.

—¿No te has percatado de la figura perturbadora que está observándonos desde tu habitación?

Miré hacia la ventana y entendí lo que quería decirme. Un Aslan enfadado estaba saliendo ahora de mi cuarto, y lo conocía tanto que sabía que iba a tocar la puerta de los Amato.

—Estamos muertos —dije, llevándome una mano a la frente. Mi rostro se había enfriado—. Corrección, estoy muerta. Si Aslan no me mata, lo hará mamá.

En ese momento escuchamos el timbre, y mi estómago se revolvió. Me acerqué a la ventana y evalué la misma posibilidad que Andrés, ¿qué tan grave podía ser saltar de un octavo piso?

Ni siquiera tuve oportunidad de pensar mejor mis alternativas cuando escuchamos golpes en la puerta de la habitación. No eran toques, sino golpes.

—¡Belén! —La voz de mi papá podía llegar a ser aterradora si se lo proponía—. ¡Sé que estás allí! ¡Tienes cinco segundos para abrir la puerta!

Si yo estaba pálida y aterrada, Andrés lucía como alguien se había hecho popó encima.

Le hice una seña para que abriera la puerta, pero negó con la cabeza de inmediato. Demonios, yo tampoco quería enfrentarlo. Podría fingir mi muerte, o salir corriendo sin rumbo fijo. A Forrest Gump le había funcionado.

Una sonrisa por alfajores © ✓ | (Watty 2019)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora