64: Desencuentros

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Dedicado a JustFriendsLS ♥

Terminé de acomodar mi equipaje bastante rápido, considerando que lo había dejado para última hora

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Terminé de acomodar mi equipaje bastante rápido, considerando que lo había dejado para última hora.

No me gustaba viajar con demasiado peso, si fuera por mí llevaría un bolso no muy grande, pero Pía había insistido en una maleta gigantesca para guardar un centenar de abrigos. Llegaríamos a Módena en pleno invierno y ella no quería que yo pasara frío. Aunque la conocía lo suficiente como para saber que su motivo real eran las festividades, no mantener mi cuerpo caliente.

Estábamos cerca de Navidad y mi familia en Italia era de tradiciones latentes y comerciales, lo cual significaba que llevábamos desde acá un regalo por cada primo, tío, y amigo de la familia. Pía y Dante pasaron semanas comprando recuerdos y souvenirs de Buenos Aires: llaveros, remeras, postales y hasta bolígrafos con dibujitos del Obelisco.

Estar cerca de Navidad significaba que habían pasado casi dos meses desde la última vez que Belén y yo nos besamos. Para mi desgracia, las cosas entre nosotros habían cambiado, se habían enfriado.

Ambos estábamos bastante ocupados con nuestros estudios. Las últimas semanas escolares, Belén se las vio llenas de trabajos y tareas, además de prácticas con su grupo coreográfico casi todas las tardes para una presentación especial que harían el último día de clases —idea suya—; y cuando no estaba estudiando, o con su grupo coreográfico, o compartiendo con su familia —más ahora que la señora Primavera estaba embarazada—, estaba en citas con una psicóloga.

Por mi parte, tuve que enfrentar los últimos exámenes del cuatrimestre y apenas tenía tiempo para dormir: pasaba las mañanas en clase, y las tardes estudiando con Manuel, Erica, y... Ximena. Esta última se mostraba más agradable con nosotros desde el velorio de mi nonna, y solía pasarnos apuntes de otros amigos suyos.

Cuando finalmente llegaba al edificio y consideraba la opción de ver a Belén, a mis padres se les ocurrían ideas nuevas para salir y «divertirnos», que a mi parecer solo eran intentos de Dante para recuperar el tiempo perdido. ¿Me hacía sentir bien? Bastante. No podía negar que pasar tiempo con mis dos padres era surreal.

Además, aunque extrañara a Belén, quería darle espacio para que pudiera sentirse ella misma de nuevo.

Todo esto conllevó a que ella y yo solo coincidiéramos en los pasillos de vez en cuando. Algunas noches hablábamos por chat, pero solía ser casi a medianoche por lo que las conversaciones no eran muy extensas.

Ahora que ya había terminado mi cuatrimestre y estaba a horas de partir a Italia, quería simplemente ver a Belén y darle el último beso del año. Su acto de grado sería al día siguiente y después le esperaba un largo período de vacaciones hasta que empezara la facultad, mientras que yo regresaría a inicios a Buenos Aires de febrero. Eso solo se traducía en siete semanas más sin verla.

Dejé todo listo en mi habitación, así que tomé la pequeña cajita negra y me dirigí a la casa de Belén. Su padre me abrió y me miró con una ceja enarcada.

—Buenas tardes, señor. ¿Está Belén? —pregunté solo por cortesía, ella me había dicho que pasaría la tarde en casa.

—No. Teresa y Primavera se la llevaron de compras, al parecer es un delito federal que a estas alturas ella no hubiera escogido un vestido para su graduación.

Mi vuelo salía esa noche, por lo que tendría que salir al aeropuerto en una hora.

—¿Sabe si llegará pronto?

—No lo creo. Justo hace unos minutos me llamó Primavera para decirme que el coche de Teresa se quedó accidentado. Ya llamaron al seguro y Diego las irá a buscar, pero no puedo garantizarte que lleguen pronto.

No pude ocultar mi desilusión, incluso me sentí un poco traicionado sin motivo alguno. Ella sabía que yo me partía a Italia esa noche, sabía la hora en la que saldría al aeropuerto, ¿por qué no hizo sus compras antes? Después de tanto tiempo sin estar a solas, consideré la opción de que ella ya no querría verme.

Suspiré completamente decaído.

—Salgo esta noche a Italia, así que asumo que no podré verla. ¿Le podría decir a Belén que este es su regalo de graduación? —Le entregué la pequeña caja negra, sintiéndome como un perdedor por tener estos gestos cuando quizás ella ni siquiera los querría.

El señor Aslan, por primera vez ese año, me sonrió. No de forma cínica sino más bien transparente y agradecida.

—Se lo entregaré y le diré que pasaste para despedirte. Que tengas buen viaje.

¿Me acababa de desear buen viaje? ¿No me haría preguntas incómodas? Lo miré con la confusión teñida en mi rostro, ¿se estaba sintiendo bien?

—Gra...¿cias?

Di un paso hacia atrás, solo por si acaso. Podía ser una trampa, él no había sido amigable conmigo desde el cumpleaños de Belén, puesto que creía que ella y yo teníamos algo. Habíamos tenido algo pero no desde su cumpleaños. ¿Todavía lo tendríamos?

Regresé a casa donde encontré a mis padres riéndose de algo que no alcancé a escuchar. Mamá me miró un poco preocupada.

—¿Todo bien con Belén, cariño?

—No pude despedirme, no estaba y al parecer no llegará antes de que nos vayamos.

Los dos me miraron con condescendencia, y eso era lo menos que necesitaba. Preferí ir a mi habitación y recostarme durante los últimos minutos que pasaría allí en mucho tiempo.

Cerré los ojos sintiéndome como el mismo chico de trece años que perdió a la persona más especial que tenía. A lo mejor estaba exagerando, pero no podía evitar sentir como si todo lo que Belén y yo habíamos construido ese año se hubiera ido al caño.

Y algo me decía que siete semanas de ausencia solo empeorarían la situación.


Una sonrisa por alfajores © ✓ | (Watty 2019)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora