35: Un valiente caballero

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Dedicado a whenwereyou_ por sus comentarios. Espero que te guste el capítulo, y gracias por el apoyo.♥

Pude haber seguido el consejo de Andrés, mas preferí quedarme tranquila

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Pude haber seguido el consejo de Andrés, mas preferí quedarme tranquila.

Una parte de mí, la herida y molesta, quería partirle la cara a Franco y decirle que sus testículos habían venido deformes de nacimiento. Pero mi lado racional me dijo que si dejaba que el chisme corriera tranquilo, dentro de poco a todos les daría igual. En especial porque yo no era la única chica del curso que ya había perdido su virginidad.

—Sigo creyendo que tienes que escupirle en su botella de agua, o un día traer un tampón usado y llenarle el rostro de sangre menstrual —sugirió Arantxa.

—Entiendo tu sed de venganza y agradezco que te preocupes por mí, pero tus ideas me asustan, Ari.

—Si quieres algo más sutil, podemos hacerle un pastel de caca. Lo vi en una película.

Zarina simuló tener una arcada, y yo no me quedé atrás.

—No voy a preguntarte siquiera cómo piensas preparar un pastel de materia fecal —intervino Zarina, y yo asentí para darle la razón.

—Pues con guantes, obvio —replicó mi amiga.

Estábamos bajando las escaleras para dirigirnos a la salida, y aunque hasta cierto punto la conversación me estaba resultando graciosa, las tres no quedamos calladas cuando visualizamos a Franco cerca de la puerta principal. Estaba acompañado de sus amigos y cuatro chicas más de un curso inferior al nuestro.

No iba a negarlo: me puse nerviosa. Sentí unas fuertes ganas de vomitar, e intenté no hacer contacto visual con él para evitar que hiciera algún comentario de mal gusto frente a las personas que nos rodeaban. Yo no me caracterizaba por ser sumisa, pero había algo en esta situación que me cohibía. Quizás era el hecho de que lo que estaba en boca de todos era mi intimidad, mi sexualidad, aquello que intenté proteger hasta de mis amigas —y a quienes, por culpa de Franco, tuve que contarles todo con lujo de detalles—.

Me sentía... traicionada.

Entonces sucedió de nuevo: cuando aparecí en el campo de visión de Franco, escuché unas risitas, no obstante, esta vez provenían de las niñas del curso inferior. Apreté la mandíbula, y me giré hacia ellas. Mi expresión delató que las estaba comenzando a odiar con efervescencia, dado que se quedaron pasmadas al verme.

—¿Tienen algún problema? —las desafié. Mis amigas se cruzaron de brazos, retándolas también.

Franco saltó a la defensa de las niñas.

—Calma, rubia, ellas no estaban hablando contigo.

—Me interesa saber lo que hablan de mí aunque no sea conmigo.

Él sonrió triunfal, y no supe la razón. Paso su brazo por encima del hombro de una de las chicas, y me miró con arrogancia.

—¿Te duele que le haya hablado a la gente sobre nosotros? ¿O sobre como te vas con otros con facilidad?

Una sonrisa por alfajores © ✓ | (Watty 2019)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora