23: Espacio

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Hoy el capítulo va para TeresaSankari, que es paisana también. Espero que lo disfrutes❤

—Esto es aburrido —pronunció Franco con pereza, jugando con su bolígrafo e ignorando mi explicación

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—Esto es aburrido —pronunció Franco con pereza, jugando con su bolígrafo e ignorando mi explicación.

—Savater no es aburrido. Ética para Amador es increíble, además de fácil de entender.

Las ventanas del departamento de Franco estaban abiertas, y aunque afuera el sol iluminaba hasta el último de los rincones de la ciudad, la temperatura había estado muy baja durante todo el día. Me arrepentí de haber escogido pantalones cortos para venir a estudiar.

—¿Tienes frío? —me preguntó, tras notar que me frotaba los brazos y las piernas para darme calor.

Cuando asentí, él me pidió que lo esperara allí dado que me buscaría una sudadera suya en su habitación. Tamborileé los dedos en el libro de Fernando Savater que tenía frente a mí, un poco frustrada por tener que detenerme tantas veces a explicarle a Franco cosas tan sencillas.

A mi lado, se iluminó la pantalla de mi celular notificándome que un mensaje había llegado.

Andrés: Me crucé con la señora Primavera en el pasillo y me contó que me preparaste alfajores. Me los entregó de tu parte, ya me comí la mayoría. Sorprendentemente me gustaron.

Andrés: Postdata. Gracias por preocuparte por mí.

No había visto a Andrés en poco más de dos semanas. Después de que me pidió «espacio», se lo concedí con diligencia. Él mantuvo sus persianas cerradas durante todo este tiempo, quizás evitando que yo lo «distrajera», cosa que todavía no comprendía. Me enteré por la señora Pía que él pasó días encerrado en su habitación estudiando para un par de exámenes muy difíciles.

No iba a negarlo, una parte de mí dolía. Mi corazón se sintió pequeñísimo cuando lo vi enfrentarse a su papá de aquella manera, porque yo sabía la mezcla de sentimientos que Dante le generaba. Sabía lo difícil que era para Andrés ver a su papá, así podía imaginar lo arduo que fue enfrentarlo y decirle aquellas cosas desagradables pero sinceras.

Cuando éramos pequeños, él una vez me dijo «Mi casa es tu casa. Mi familia es tu familia. Mi dolor es tu dolor», y así era. Yo siempre pude identificar cuando Andrés estaba triste, y como si yo fuera un espejo, podía sentir lo mismo él.

Cuando tuvimos aquella difícil pelea, cinco años atrás, los días se hicieron largos desoladores, las noches eternas y cundidas de pesadillas, los recreos angustiosos y grises. Reconocía cada mañana su expresión triste por extrañarme, y como el espejo que era, yo sentía lo mismo. No volvimos a ser los amigos de antes no porque no supiéramos que el otro sufría, sino porque nuestro propio dolor y orgullo era mucho más grande. Al final éramos chicos: torpes y estúpidos. Y para nuestra desgracia, el tiempo solo incrementó el abismo entre los dos. Después, pedir disculpas parecía una idea tonta, hablarle al otro se sentía incómodo, mirarnos por más de dos segundos a través de la ventana parecía indebido.

Una sonrisa por alfajores © ✓ | (Watty 2019)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora