48: Deseo

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Dedicado a feministgirl_ por todo el apoyo. Espero que la disfrutes, cosita.♥

—¿En qué piensas? —me atreví a preguntarle

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—¿En qué piensas? —me atreví a preguntarle.

Andrés se encogió de hombros y volvió la mirada a la ciudad en frente de nosotros.

—En nada y en todo. —Tras una pausa y un momento de dubitación, continuó—: En mi papá, en mi abuelo, en mi nonna. En Ximena. En ti.

Había algo melancólico en su voz, y no pude evitar preocuparme.

—¿Y qué es exactamente lo que pasa por tu cabecita?

No parecía muy seguro de querer responderme al principio. Agachó un poco la cabeza para observar la calle debajo de nosotros y mordió su labio interior con fuerza. Tomó la palabra, pero esquivó mi mirada.

—Me pregunto qué es lo que necesito para que las personas se queden conmigo. Mi abuelo no quiere ni siquiera conocerme. Mi papá, sí, me quiere, pero no por ello se quedará conmigo. Mi nonna no vive con nosotros, solo se queda una temporada al año. De chicos, no te gusté como para que te quedaras conmigo, y además te perdí por años. Ximena me dejó y no pareció importarle. A veces... —Suspiró, y finalmente me miró—. A veces creo que no soy suficiente para los demás.

Mi corazón se hizo pequeño con aquella confesión, en especial por lo vulnerable que se mostraba. Era una versión de Andrés que sabía que nadie más tendría el privilegio de conocer, y que a la vez, me entristecía, porque él no merecía tener esa imagen de sí mismo.

—¿Y qué? —dije. Él me miró confundido— No se trata de que seas suficiente o no. Para algunos vas a ser extraordinario, y para otros prescindible. Lo único importante es que seas suficiente para ti mismo, que estés conforme con lo que eres y lo que haces, de lo contrario serás infeliz siempre.

Se mantuvo serio, contemplándome en silencio. Me tomé el atrevimiento de agarrar su cuarzo, tal y como él había hecho con el mío aquella tarde en su casa, y observarlo en silencio.

—Sí me gustabas —admití—. Después de nuestro primer beso descubrí que me gustabas. Por eso te dije todas esas cosas terribles, porque me dolió que pensaras que yo no era bonita, o femenina, o que me consideraras insoportable.

Esa revelación causó que sus ojos casi se salieran de órbita. Él no estaba al tanto de que me gustaba desde esa época. Probablemente lo habría sospechado o su subconsciente le habría sembrado la duda, no obstante, yo jamás se lo había confirmado de esta manera.

Después de procesarlo por varios segundos, se mostró arrepentido.

—Lamento haberte dicho esas cosas, Belu. Fui un tarado.

Negué con la cabeza.

—Los dos nos equivocamos. En fin, solo quería decirte que no debe importarte si eres «suficiente» para los demás. Pero si te sirve de algo, para mí eres mucho más que eso. —Las palabras que quería pronunciar se me atoraron en la garganta. No quería sonar muy cursi, sin embargo, bajé la mirada para no sentirme tan avergonzada por ello y lo dije—: Para mí eres perfecto.

Andrés se rio con timidez y peinó mi cabello con suavidad, haciendo que me perdiera una vez más en sus ojos.

—Confieso que no me gusta esa frase —apuntó.

—¿Cuál?

—«Eres perfecto». Las personas suelen decirlas cuando tienen sentimientos hacia alguien más, pero es una afirmación errónea. Nadie es perfecto.

Estaba intentando ser romántica, tonto.

—No se trata de no tener defectos, sino de cómo te ven, o de querer al otro a pesar de sus fallas.

—No estoy de acuerdo. —Se encogió de hombros—. Para mí, tú tienes varios defectos pero yo no te quiero «a pesar» de ellos. Te quiero por esas cosas que te hacen única, no perfecta.

No pude evitar sonreír al escucharle pronunciar dos palabras especiales y poco comunes en el vocabulario de Andrés: «te quiero».

Creo que en esos sentimientos se ocultaba también el cariño que nos habíamos tenido desde pequeños, la conexión invaluable que aún después de años de distancia podíamos desarrollar, y todos esos recuerdos que nos habían transformado en las personas que éramos ahora. Era un «te quiero» de amistad. A la vez, quería creer que detrás de eso, se hallaba una ola de sentimientos románticos, de deseo, de incertidumbre e incondicionalidad.

Mis manos viajaron hasta su cuello y me acerqué con cuidado para depositar un corto pero tierno beso en sus labios.

—De todas maneras, gracias por decirme que soy perfecto —murmuró—. Fue... raro.

Me reí bajito y él hizo lo mismo.

—Admito que a veces extraño al Andrés de los múltiples relojes, lentes grandes, y sabelotodo.

—Yo también. Pero esta versión de mí me ayudó a sobrevivir en el colegio y casi todo el primer año de universidad.

Volví a negar con la cabeza y llevé mis brazos a sus hombros.

—El mundo necesita la versión auténtica de ti, que aunque no sea perfecta, sí es maravillosa.

Me miró con una ceja enarcada y una sonrisa pretenciosa.

—La luna llena sí que te pone cursi, Pikachu.

Antes de que pudiera reírme por su comentario, sus labios ya estaban sobre los míos iniciando un nuevo beso más rebelde que el anterior. Sus manos aterrizaron en mis caderas, y sentí como si un chispazo encendiera todo mi cuerpo.

Me acercó más a él en la medida que el beso cobraba mayor intensidad. Sentí las yemas de sus dedos acariciar con una suavidad torturadora la parte baja de mi espalda, y todo dentro de mí vibró ante lo que su contacto era capaz de generar en mi interior.

Nuestros pies se movieron solos hasta que nos topamos con mi cama.

Nos detuvimos por un par de segundos, y suspiré en sus labios con anhelo, sintiendo los míos hinchados. Una de mis manos descendió hasta su pecho y me permití disfrutar de tersura de su piel. Sus ojos achocolatados me contemplaron con la mezcla ideal entre la lujuria y la ternura, ocasionando emociones fuertes e intensas en mí. La principal era el deseo.

Lo deseaba a él.

Y él también a mí. 




Una sonrisa por alfajores © ✓ | (Watty 2019)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora