57: Funerales y chocolate caliente

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Dedicado a Daretobengin por siempre estar aquí, y dejar su huellita en cada capítulo. Que lo disfrutes♥

No me gustaban los funerales

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No me gustaban los funerales. Cada vez que decía esto en voz alta todo el mundo me saltaba con la clásica respuesta: «¿y a quién sí?». Pues yo conocía a alguien a quien sí le gustaban.

Arantxa.

Según Ari, los funerales no eran tan malos porque siempre podías probar canapés, café, y si tienes suerte, chocolate caliente. Todo sin costo alguno. De hecho, Arantxa me confesó que en más de una ocasión se había infiltrado en funerarias solo con fines de glotonería.

En fin, no era fan de los funerales. Y si de por sí el ambiente usual de un velatorio era depresivo y tétrico, ese domingo mi familia y yo éramos una completa nube negra.

Después de que Aslan pidiera irnos del hospital dado que los Amato necesitaban espacio —me habría encantado acompañar a Andrés por más tiempo, pero a lo mejor papá tenía razón—, no había intercambiado con él o con mamá palabra alguna. Cuando llegamos a casa, mis padres intentaron hacerme preguntas sobre Rosario, y mamá insistió con darme explicaciones, pero preferí encerrarme en mi habitación. Demasiadas cosas habían sucedido en las últimas horas, así que necesitaba procesarlo.

No tuve tiempo de hacerlo, porque me quedé dormida pocos minutos después de tocar mi cama.

Al despertar, mamá me notificó que los Amato harían el velatorio esa misma tarde. Me sorprendió que Andrés no me avisara, o que no hubiera respondido los mensajes que le había enviado antes de dormir.

Me asomé a la ventana, pero me encontré con que la suya se mantenía cerrada.

No desayuné en la misma mesa que mis padres, sino que me llevé la comida a mi habitación y decidí esperar a que fuera el momento de irnos al funeral de la nonna de Andrés. Mamá lucía dolida ante mi rechazo, y papá no tenía idea de qué hacer para enmendarnos.

Ahora que estaba un poco más calmada, sabía que tenía que escucharla. Era lo que le había pedido durante años. Pero todavía tenía miedo de enfrentarla.

—Vaya, morir no es muy económico —murmuró papá cuando llegamos a la funeraria.

—Aslan, por Dios. No seas imprudente hoy —reprendió mamá en tono muy bajo. Augusto miró a Aslan con mucha curiosidad, mas no dijo nada.

Entendí el comentario de papá: la funeraria que habían escogido era bastante lujosa, lo cual no era usual en los Amato. Tanto ellos como nosotros éramos de una clase media que, aunque vivía bien, se le hacía cuesta arriba pagar una funeraria lujosa en la zona norte de la ciudad. Supuse que el señor Dante se habría encargado de los gastos.

Me separé de mi familia para poder encontrar a Andrés a la brevedad posible. Me pregunté cómo estaría, cómo habría pasado la noche, cómo estaría su mamá, si habría desayunado, si habría llorado más, o si había tenido a alguien que lo consolara. De seguro habría dormido con la señoría Pía.

Una sonrisa por alfajores © ✓ | (Watty 2019)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora