53: Vergüenza

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Dedicado a -UnicornrLibre- por todo el cariño. Espero que lo disfrutes♥

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Estaba mareada. Me dolía la cabeza y todo el cuerpo. Supuse que estaba somatizando.

El trayecto a Buenos Aires fue silencioso e incómodo. Papá no dijo más nada, ni se atrevió a preguntarnos a Andrés o a mí algo sobre la noche que habíamos pasado juntos. Quizá temía que le diéramos una respuesta que no estaba preparado para aceptar. Y aunque Andrés y yo no habíamos consumado nuestros sentimientos, estaríamos mintiendo si decíamos que no había pasado nada. De nuevo: menos mal que no se atrevió a preguntar.

En cuanto a Andrés, la noticia de su nonna le cayó fatal. El pobre no solo acompañó el silencio generalizado, sino que no se quedó quieto. Paseaba la mano por su cabello con desespero y jugaba con la cinta de su reloj que ya parecía estar a punto de romperse. En su rostro solo reinaba la tristeza y la preocupación, pero, aunque quería ayudarlo a sentir mejor, yo no contaba con las fuerzas como para transmitirle ánimos.

Por mi parte, ni siquiera sabía cómo estaba respirando. En ocasiones recostaba mi cabeza en el vidrio y podría jurar que no sentía mis piernas o el resto de mi cuerpo. No sabía si estaba molesta o la desdicha. Me era muy difícil poder nombrar el sentimiento que me invadía, solo sabía que era negativo y absorbente.

Llegamos finalmente a Buenos Aires, y en el momento en el que papá estacionó en el hospital, Andrés se bajó del carro corriendo, sin decirnos nada más.

Volteé hacia su asiento ahora vacío y noté que había dejado su reloj negro. Lo tomé y lo observé durante varios segundos. Para Andrés aquel había sido un recordatorio, algo que le hacía tener presente todos los días quién debía ser, y qué no debía hacer. Me pregunté si yo tenía todo tan claro en mi vida como él.

Por supuesto que no.

Hasta el día de ayer ni sabía de dónde había venido, ¿cómo pretendía saber quién debía ser?

Suspiré y acaricié el reloj de Andrés sintiéndome un poco culpable. Debido a mí, él no había podido estar con su nonna cuando ella más lo necesitaba, tampoco pudo consolar a su madre, ni estar para su familia como él tanto quería.

—Soy tan tonta —sollocé. Me sentí egoísta al saber que quizá la nonna de Andrés estaba al borde de la muerte y él no pudo cuidarla por intentar resolver mis problemas—. Ni siquiera debí haber ido.

—No. No debiste. —Papá se cruzó de brazos en su asiento, pero su mirada no era dura sino al contrario, parecía preocupado por mí—. Entiendo porqué lo hiciste, pero... Carajo, podías pedirme ayuda. No debiste huir de la ciudad de esa manera. Pudo haberte sucedido algo.

Limpié mis lágrimas —¿de dónde salían tantas?—, y bajé la mirada.

Te pedí ayuda. A los dos. Les he hecho preguntas sobre mi... padre biológico, sobre mi abuelo, sobre todo, y ni tú ni mamá me responden. Es frustrante. No sabía qué otra cosa hacer.

Una sonrisa por alfajores © ✓ | (Watty 2019)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora